LAS CÉLULAS MADRE HUMANAS REGENERAN EL CORAZÓN INFARTADO DE LOS MACACOS
**EL EXPERIMENTO DA EL PASO ESENCIAS EN EL CAMINO HACIA LA APLICACIÓN CLÍNICA**
El implante de células humanas (en verde) contiene haces fibrilares y sarcómeros bien formados; células del huésped macaco en rojo.
La investigación en medicina regenerativa ha avanzado esta semana a un ritmo solo comparable a las eliminatorias de la Champions. Si hace dos días conocíamos las primeras células productoras de insulina derivadas por clonación de una paciente de diabetes, hoy le llega el turno a la reparación del corazón tras el infarto; el experimento es en macacos, pero las células madre que han reparado su músculo cardiaco son humanas: el paso fundamental en el camino hacia el ensayo clínico. Ambos avances se basan en las células madre embrionarias, dando la razón a los científicos que persiguen esta línea en paralelo con las más modernas –y menos polémicas— células iPS, que evitan el uso de embriones humanos.
Charles Murry y su equipo de la Universidad de Washington en Seattle ha logrado regenerar parcialmente el corazón infartado de macacos con cardiomiocitos (células musculares del corazón) derivados de células madre embrionarias humanas. Hasta ahora solo se había conseguido en animales pequeños como ratones –también por el laboratorio de Murry—, y el nuevo experimento derriba tal vez la principal barrera que separa las células madre embrionarias de su aplicación en cardiología. Aunque no la única, porque los implantes han producido arritmias a largo plazo en algunos monos. Aunque estas arritmias no son fatales, constituyen una complicación grave que los investigadores deberán resolver antes de ni pensar en entrar en un hospital.
Pese a toda la ciencia y la tecnología utilizadas en estas investigaciones, uno de los grandes problemas que implica saltar de los ratones a los humanos es de fuerza bruta. Reparar el corazón de un ratón requiere un millón de cardiomiocitos; el de una rata, 10 millones; el de un conejillo de indias, 100 millones. El del macaco ha necesitado 1.000 millones, una cifra por primera vez comparable a la que necesitarían los médicos para regenerar el corazón de un paciente humano, pues ese es más o menos el número de células que mueren en un infarto humano típico. Los científicos de Washington han tenido que poner a punto la técnica para producir todas esas células cardiacas a partir de cultivos de células madre, incluida la congelación por tandas. Los resultados se presentan en ‘Nature’.
El implante de células humanas (en verde) contiene una red estructurada de vasos sanguíneos derivados del huésped macaco (en rojo).
Los cardiomiocitos derivados de células madre embrionarias humanas e inyectados directamente en el miocardio de los macacos logran una remuscularización extensiva del corazón infartado; muestran una progresiva –aunque incompleta— maduración en los tres meses subsiguientes a la intervención; son ‘colonizados’ –perfundidos, en la jerga— por los vasos sanguíneos del corazón huésped; y se acoplan electromecánicamente con él, es decir, que laten a su ritmo y en buena sincronía. Los detalles muestran que ese acoplamiento no solo es aparente, sino que tiene un fundamento bioquímico normal, basado en ondas de liberación de calcio.
Las investigaciones con células madre embrionarias humanas están restringidas en Estados Unidos: no cuentan con financiación pública a menos que se restrinjan a unas pocas líneas celulares autorizadas hace años. ¿Ha supuesto eso un obstáculo para los investigadores de la Universidad de Washington?
“Las barreras legales al uso de fondos federales para investigar con células embrionarias nos han ralentizado”, responde Charles Murry a EL PAÍS, “y en ocasiones han hecho temer a la gente de mi laboratorio que pudieran perder sus trabajos por suspensión de fondos”. Murry dirige el Centro de Biología Cardiovascular de la Universidad de Washington, y codirige su Instituto de Células Madre y Medicina Regenerativa.
“Hay que decir a favor de Bush”, reconoce, “que nos dejó arrancar los proyectos con las líneas celulares que ya estaban establecidas en tiempos de su Administración, lo que fue bastante mejor que una prohibición absoluta; la llegada de Obama empeoró las cosas, porque empezó por anular todas las líneas que había aprobado Bush. Después de unos seis meses, sin embargo, sus nuevas regulaciones de regulación sobre células embrionarias entraron en vigor, y desde entonces pudimos trabajar con más líneas celulares que antes. La cosa está ahora significativamente mejor que con Bush”.
En 2006, la revista Studies in Gender and Sexuality, publicó una mesa redonda acerca del libro de Ehrenreich, B. & Hochschild, A. (2003) Mujeres Globales: canguros, sirvientas, y trabajadoras sexuales en la nueva economía. Me parece que vale la pena contar los temas en debate porque tocan visiones que, a mi modo de ver, siguen demasiado arraigadas en lo procedimental de cómo nos organizamos en el mundo occidental, y demuestran que el cuidado sigue “feminizado” y que, en el momento que las mujeres blancas de clase media y alta no desean o no pueden seguir proporcionándolo, acuden a las “mujeres globales”, emigradas, de las que se “extraen” –con la misma terminología de la extracción de recursos naturales- las funciones relacionales, íntimas y de cuidado.
A menudo estas mujeres dejan a sus hijos e hijas y a sus maridos en paro para hacer el trabajo relacional del Primer Mundo: cuidar a criaturas y personas mayores; en la adopción internacional: proporcionar criaturas a parejas infértiles a veces de maneras criminales (robadas); proporcionar sexo y/o devenir esclavas sexuales de alguna mafia; proporcionar esposas “exóticas” obtenidas por correo a hombres occidentales para asegurarse que sean “menos liberadas” que las autóctonas en la medida que dependerán de ellos. Por lo tanto, esta desigualdad económica creará relaciones de dominación y sumisión en muchas esferas y contribuirán a modificar y devaluar los vínculos de todo tipo: comunitarios, entre las parejas y entre padres e hijos que, a su vez, sostienen las relaciones de poder existentes. La mezcla de amor y negocio se vuelve más compleja en tiempos de globalización. Pero, además, muchas “mujeres globales” traen experiencias traumáticas que inevitablemente transmitirán (Layton, 2006; Erhenreich y Hochschild, 2006).
Por otro lado, en “¿Quién es responsable? Nuestra implicaciones mutuas en el sufrimiento de cada cual”, Layton (2009a) describe la “subjetividad neoliberal” como una versión de la subjetividad contemporánea, disponible tanto para hombres como para mujeres de cierta clase, marcada por un repudio a la vulnerabilidad, que promueve la actividad maniaca, devalúa el cuidado, y niega tanto la dependencia como la interdependencia. Es la formación reactiva contra la bondad y abnegación femenina devaluadas, que limita la capacidad de empatía y disponibilidad. Esta subjetividad neoliberal, con una autonomía que repudia su inserción en la conexión, es una versión que condena a las personas que la escogen a una vida de soledad y de aridez. Aunque las personas –desconectadas- que logran esta posición sufren, sin embargo se defienden tenazmente contra exponerse a anhelos relacionales, agarrándose a los placeres que les proporciona la “distinción”, la posición cultural que los marca como superiores y alejados de necesidades y vulnerabilidad.
Sacudir esta posición es muy difícil, porque contiene elementos psíquicos y sociales. El daño, efecto traumático, que ha producido el capitalismo con la desigualdad de clases, el sexismo con la desigualdad de género, el racismo y la homofobia a lo largo de años, hacen muy difícil el trabajo terapéutico porque la capacidad de poder tener otra perspectiva está muy maltrecha en muchas personas. Sin embargo la psicoterapia es una de las pocas posibilidades institucionales de dar respuesta a algunas de las tendencias destructivas actuales: la evitación del duelo, la actividad maniaca, la instrumentalización de las relaciones, etc. (Layton, 2009b)
Además, dice Layton (2009b), para contrarrestar les escisiones que producen las jerarquías de poder, debemos ser muy conscientes como terapeutas de las maneras como utilizamos defensivamente nuestra propia posición en las jerarquías de clase, raza, sexuales y de género para caracterizarnos como superiores ante nuestros pacientes, solo así podemos ser conscientes de nuestra implicación en el sufrimiento mutuo. La empatía que buscamos es de ida y vuelta, en el sentido que el/la analista está tan implicado/a en el dolor del/la otro/a que reconocerlo debe llevar a una conexión que transforme no solo al/a paciente sino también al/a analista (Benjamin, 2004; Orange, 2007). Aron & Star (2013) lo formulan de esta manera: los/las psicoanalistas tenemos que dejar de disociar nuestra vulnerabilidad, sin negar nuestra capacidad de acción (agency). Nuestra historia de racismo, sexismo y clasismo son tales que en cada tratamiento, es muy probable que mis inversiones psíquicasentren en conflicto con las de mi paciente. La empatía es lo que permite identificarse con el sufrimiento del/la otro/a y con las fuerzas destructivas y amenazadoras que surgen (Hoggett, 2006).
En el neoliberalismo, en vez de una política preocupada por el bienestar común, encontramos un emergente “mercado del cuidado” que se confabula con los sentimientos omniscientes de invulnerabilidad -la cultura de que “yo puedo comprar una ‘seguridad’ fantaseada para mí y para mi familia”, siendo el “mercado del cuidado” el lugar donde aún se permite la existencia de la empatía y la vulnerabilidad en la cultura neoliberal.
Cuando los/las terapeutas excluyen la relación entre la psique individual y el contexto social en el que se desarrolla de la consideración clínica se están confabulando con el individualismo y con el familismo amoral. Hacemos un pacto con el diablo por el que la cultura nos externaliza la empatía y nosotros acordamos no plantear preguntas sobre el daño que hace la cultura. Hay mucha presión para confabularse – se considera una buena práctica separar lo psíquico de lo social. Pero cada elección clínica es un hecho político. Tenemos que restablecer los lazos que el discurso neoliberal suprime con tanto éxito: reconociendo el daño que infringimos cuando lo hacemos (Benjamin, 2004); explorando los impases que tienen lugar cuando, como defensa, atacamos, nos retraemos, o buscamos refugio en la distinción (Layton, 2009a). La bondad y sexualidad
En otro orden de cosas, como he argumentado ampliamente (Garriga, 2013) todavía hay muchas dificultades para una sexualidad gozosa en muchas mujeres, relacionadas con la “bondad” femenina. Por suerte, empieza a haber otros modelos de sexualidad femenina. La fantástica película “La vida de Adèle” con la naturalización de otra visión de la sexualidad de las mujeres en general, y de las relaciones lesbianas en particular, que no solo ha ganado La Palma de Oro 2013 del Festival de Cannes, sino también el Premio de la Crítica Internacional.
En sentido contrario la publicación y el enorme éxito de obras como “Las 50 sombras de Grey”, “Crepúsculo” y, ahora, de “Cásate y sé sumisa”, abogan por modelos de relación que siguen fomentando la desigualdad.
Me gustaría citar dos trabajos deAtlas (2012, 2013)que tratan de las dificultades de integración de las mujeres orientales en relación al deseo. Atlas sostiene que en occidente se permite el sexo y se limita el deseo. Deseo enlazar con el extraordinario número de Studies in Gender and Sexuality [Vol. 14 (3), 2013] que cuestiona la última edición del DSM-V (2013) justamente por haber eliminado el concepto de “deseo” de los trastornos de la sexualidad de las mujeres y, en cambio, atribuir estos a su falta de “interés/excitación”, con las implicaciones que supone a nivel conceptual y legal.
Lo que me he propuesto con este trabajo es un juego de malabarista, donde hago bailar tres malabares con la intención que, al final, se aprecie que en su interrelación está la manera que propongo de comprender la bondad y de trabajarla terapéuticamente. Me iré centrando separadamente en a) la ética del cuidado; b) la psicoterapia y c) la sexualidad que, a su vez, están atravesadas por una mirada de género y se imbrican en lo social. Una versión corta de este trabajo ha sido leída como ponencia en las Jornadas 2014 de la IARPP en Cáceres.
Uno de los primeros conceptos que suelo tener que deconstruir en muchos tratamientos, particularmente con mujeres, es el del “egoísmo”. En cuanto me intereso por algún logro, dedicación o acción a favor de “una”, me encuentro muy a menudo con el comentario: “pero esto es ser egoísta”. Gilligan (1982/1985) ya describió este fenómeno mostrando que las chicas calificaban de “egoísta” lo que querían hacer, mientras consideraban “bueno” lo que los otros querían que hicieran. Su moralidad les ordenaba volverse “abnegadas” en nombre de la bondad (Gilligan, 2013a). No en vano, una de las primeras proclamas del movimiento feminista fue: “Las chicas buenas van al cielo, las malas a todas partes”.
Voy a poner un ejemplo de entre muchos posibles: se trata de Ana, 21 años, un año y medio de tratamiento con interrupciones por viajes. Ahora la veo por Skype, está en Ginebra. Llegó sin menstruación desde hacía un año por anorexia. A los 3 meses de tratamiento me comentó que ella hace más las cosas para l@s demás que para sí misma. Y que se había dado cuenta de que: “solo acabo teniendo control sobre la comida”.
El miércoles cuando la veo me habla de que ha estado con una “amiga” que ha viajado a Ginebra para el fin de semana, pero que no la quería invitar a su casa, que lo que ha hecho cuando se han visto es evitar hablar de alojamiento en la conversación. Estaba contenta porque, por una vez, no había hecho lo que quería la otra sino lo que ella deseaba. Reconocía que cuando vino esto no lo podía hacer, y siente que ahora puede gracias al trabajo que hacemos juntas. Nos congratulamos por este logro: deja de hacer lo que esperan de ella para focalizarse en lo que ella quiere.
Dos palabras para poner a Ana en contexto: es la mayor de cinco hermanos de una familia muy acomodada. Sus padres se separaron cuando ella tenía 7 años. A los 13 la mandaron a estudiar a Estados Unidos, a un internado internacional, donde estuvo hasta los 17. Su padre tiene una nueva pareja, sin hijos. Su madre tiene colitis ulcerosa desde que se le va vaciando el nido. Sus otros hermanos también están fuera del país. Ana viene con mucha sensación de soledad y vive a su padre y a su madre como amenazas. Al poco tiempo se rompe la cadera, con lo que tiene que abandonar sus estudios en Ginebra y pasar mucho tiempo aquí con ellos y puede seguir el tratamiento con más regularidad. Sigue sin la menstruación, que no recupera hasta después de un año y de muchas sesiones: conmigo, de yo con su padre, yo con su madre, con su ginecólogo, con una endocrinóloga, una dietista,… tod@s estamos de acuerdo que esta rotura ha sido providencial para evitar que ella se rompiera del todo.
Orbach (2012) afirma, en la misma dirección que “el deseo sigue siendo problemático para las mujeres”. Sigue habiendo “dificultad para actuar en el propio interés, incluso para identificar el propio interés y deseo”. Otra paciente, Juana, me lo expresa directamente, “no sé lo que quiero y entonces me es más difícil actuar en consecuencia”; esto me lo dice después de haberse acostado con un hombre al que no acababa de desear. También está muy confusa respecto a qué dirección profesional tomar. Juana es de un país de la órbita soviética y vive sola en Barcelona; tiene estudios de Empresariales y hace de encargada en una tienda.
Levinton (2000) ya argumentaba que en la constitución del superyó, la heroína femenina temprana es la “gran cuidadora”, con atributos morales de bondad, entrega, y consideración a la vida y a las relaciones. Dice textualmente:
“Una de las condiciones que ejercen más opresión sobre la subjetividad femenina es que no existe freno simbólico alguno para disminuir la culpabilidad de las mujeres en torno al desinterés o transgresión de esta dedicación al cuidado”.
Freud (1918) ya mencionaba explícitamente a “las mujeres que casi han sucumbido bajo su carga de privaciones” (citado en Aron & Starr, 2013). Deseo hablar de esta carga de privaciones de las mujeres, que deriva de su “bondad”, abnegación y sacrificio, y que Gilligan (2013a) denomina “ética del cuidado”. Mi visión es que si miramos la realidad actual de la vida de muchas mujeres, ha habido pocos cambios en el sentido que siguen siendo las mujeres las que llevan mayormente el trabajo de cuidado: de las criaturas, de las casas, de las relaciones, de las personas mayores,… la “parentalidad dual” (Benjamin, 1988) o “el nuevo contrato sexual” (Berbel, 2004) existen, pero siguen siendo los menos. Cuando ambos miembros de la pareja trabajan a tiempo completo suelen encontrar soluciones en el contrato de personal, que más y más frecuentemente proviene del tercer mundo, como ampliaré más adelante reseñando una mesa redonda publicada en Studies in Gender and Sexuality de 2006.
Sigue Gilligan (2013a), en un contexto patriarcal el cuidado es una ética femenina; en un contexto democrático, el cuidado es una ética humana. Cuidar es lo que hacen los seres humanos: cuidar de uno mismo y de los demás. La comprensión mutua -una estructura horizontal- es intrínsecamente democrática y es innata (neuronas espejo, empatía,…). Para que lo horizontal se convierta en vertical –jerárquico, patriarcal-, hace falta que se produzcan escisiones. Fundamentándose en los trabajos de de Waal (2009/2011), Hrdy (2009) yDamasio (2001, 2011), Gilligan (2013b) afirma que en los últimos 40 años ha tenido lugar un cambio de paradigma que sostiene de forma inequívoca que “la escisión entre pensamiento y emociones es indicativa de un daño o de reacciones a un trauma”.
El cuidado y la asistencia no son asuntos de mujeres, son intereses humanos, es el patriarcado con su modelo binario y jerárquico del género, y con la división de la moralidad, el que en nombre de los derechos y la libertad, ofrece un pasaporte al descuido y a la desatención a la masculinidad, mientras que para preservar las relaciones y mantener la paz, promueve una disposición a renunciar a derechos en la feminidad. Es decir, lo que excluye el patriarcado es el amor entre iguales, por lo que hace imposible la democracia, que se funda en dicho amor y en la libertad de expresión (Gilligan y Richards, 2009).
La socióloga Ma. Jesús Izquierdo (2010) define las categorías mujer/hombre como relacionales. Y afirma que tanto las mujeres como los hombres tienen un papel activo en las relaciones de explotación y que es el sexismo/el patriarcado el que define la masculinidad hegemónica (Connell & Messerschmidt, 2005) que legitima la subordinación de las mujeres. La hegemonía actúa desde el núcleo de la persona (su organización psíquica), es parte de la organización del consentimiento, “un proceso que construye formas subordinadas de consciencia sin recurrir a la violencia ni a la coerción” (Barret, 1994/2003).
Gilligan (2013a, b) afirma que el patriarcado deforma la naturaleza de las mujeres y de los hombres de manera distinta. También sabemos cuándo, cómo y porqué lo hace. Los chicos a los 4-6 años, las chicas a los 13-14. Gilligan muestra, junto con Judy Chu (en prensa) que “Cuando los niños se convierten en niños” demostrándose que no son niñas, que es entre los 4 y los 6 años, pierden la atención, locuacidad y autenticidad, y se van volviendo menos perceptivos, articulados y expresivos y más falsos e indirectos en sus relaciones. Lo que Way (2011) encuentra consolidado a sus 15-16 años, cuando ya no tienen ningún amigo íntimo, porque desear cercanía emocional y amistades íntimas es “propio de chicas u homosexuales”.
El proceso de iniciación a las normas y los valores del patriarcado prepara el terreno para la traición de “lo que está bien”, y entonces la psique responde con ira, aislamiento social, y volviéndose loca (Shay, 1994). Además, la traición a lo que está bien socava los cimientos de la experiencia y destruye nuestra capacidad de confiar en lo que sabemos. Entonces somos prisioneros de la voz de la autoridad (Gilligan, 2013b). Pone este ejemplo: los soldados en Vietnam sabían que no estaba bien matar civiles, pero cuando lo hacían recibían condecoraciones y reconocimientos de sus superiores. Esta es la traición. Acababan creyendo más en la voz de la autoridad que en su propia voz interior.
Pero una psique sana es resiliente y logra resistir las presiones a las se la somete para que separe la mente del cuerpo. Hrdy (2009) describe que las condiciones óptimas para criar criaturas con empatía y comprensión son aquellas en que éstas disponen de al menos tres relaciones próximas y seguras (del sexo que sean) que transmiten claramente: “Te vamos a cuidar, pase lo que pase”.
La resistencia es la capacidad que permite no aceptar las presiones para actuar de acuerdo a las normas, se funda en la capacidad de acción (agency) y es un denominador común de todas las pensadoras (Benjamin, 1988; Butler, 2004; Dimen, 2012, Kristeva, 1979/1995) que la propugnan como la fuerza necesaria para oponerse a la dominación, que luchemos contra este sistema de relaciones; que nos convirtamos en sujetos acti@os, analizando cómo estamos impregnad@s de sexismo en nuestros deseos y en nuestras prácticas; y que nos resistamos tenazmente a reproducirlo en todos y cada uno de nuestros actos con nuestra “agency” o capacidad de acción performativa; que nos hagamos responsables de nosotras mismas, de lo nos damos y lo que nos quitamos, sin ignorar los límites que la contingencia impone a la libertad, aceptando que “somos más nuestras contingencias y casualidades que nuestras elecciones” (Marquard, 2000).
Somos, por naturaleza, homo empathicus en vez de homo lupus. La cooperación está programada en nuestros sistemas nerviosos (Rifkin, 2006). Si a lo largo del desarrollo perdemos la ética del cuidado y nuestra humanidad, los tenemos que readquirir. El trabajo terapéutico es claro: unir lo que está escindido – la mente y el cuerpo; para las mujeres, que el cuidado del/a otro/a no excluya el cuidado de sí mismas; para los hombres, que independencia no excluya necesidad. Laugier & Papperman (2005) dejan claro que junto con la evolución personal también hará falta una transformación social y que los distintos movimientos sociales son los que la empujan: con el feminista que lucha por liberar a la democracia del patriarcado, en cabeza.
Se formó en Psicología porque quería entender la mente y se especializó en Neurociencia para adentrarse en los misterios del sistema nervioso y en cómo se procesa la visión. Susana Martínez-Conde (A Coruña, 1969) se dio cuenta de que artistas y magos habían utilizado como nadie las ilusiones y que podía emplearlas en el laboratorio para comprender cuáles son los mecanismos que utiliza el cerebro para construir el mundo. De estudiar la obra del fundador del movimiento del op art (el arte óptico), Víctor Vasarely, pasó a colaborar con famosos magos como Raymond Teller o Apollo Robbins.
Esta gallega lleva 16 años fuera de España investigando con los científicos más prestigiosos del mundo, como el Premio Nobel de Medicina, David Hubel. A su paso por Madrid para ofrecer una conferencia promovida por la Universidad Europea, la autora de Los engaños de la mente (Destino) ha hablado con EL MUNDO sobre los retos de su disciplina y de cómo la magia se ha instaurado en su día a día.
¿Qué cosas le ha enseñado la magia?
La magia como disciplina, que es un campo muy antiguo con miles de años de historia, había desarrollado sus teorías sobre cómo funciona ésta en el espectador. Sin seguir el método científico, sino el de ensayo y error, tenía teorías de qué cosas funcionaban y por qué otras no. Nos dimos cuenta de que estas hipótesis eran también interesantes para la neurociencia y las llevamos al laboratorio. Colaboramos con magos, por ejemplo, Apollo Robbins, que tenía una hipótesis sobre qué movimientos de sus manos, en determinadas manipulaciones con la magia, eran más efectivos y los resultados los llegamos a publicar en revistas de investigación [Nature Reviews Neuroscience y Frontiers in Human Neuroscience], con Apollo como uno de los autores.
Si entendemos la magia, ¿llegaríamos a comprender la base neurológica de la consciencia?
Sí. Si conocemos los procesos neurológicos que subyacen a toda la experiencia de la magia implicaría entender esos procesos que subyacen a la atención y percepción, pero también la memoria, la toma de decisiones, etc.
Usted y su marido, el científico Stephen L. Macknick, han sido pioneros en usar el campo de la magia como ayuda a la neurociencia, ¿no es así?
Sí. Nos inventamos incluso la palabra de neuromagia para definir una colaboración entre estos dos campos que a priori parecen muy dispares y que, sin embargo, tienen muchas cosas en común. Cuando empezamos, allá por el año 2006, la primera reacción de nuestros colegas en neurociencia era de sorpresa pero la segunda era preguntarse: “¿y cómo no se nos ha ocurrido antes?”
¿Los magos se aprovechan de las limitaciones que tiene nuestro cerebro?
Claro, el cerebro es el gran compinche del mago. En la calle no se entiende que el mago no tiene que distraer. Porque lo que hace es enfocar la atención del público a los puntos que le interesan y el cerebro se encarga de suprimir el resto. Porque dejamos de percibir prácticamente todo a lo que no estamos prestando atención, es información que no se procesa, que no va a alcanzar un nivel de consciencia.
Además de la atención, ¿el humor es un aliado de la magia?
El humor es muy importante para el mago, tanto como herramienta de vínculo para el público como de manipulación de la atención. En nuestro laboratorio estamos desarrollando investigaciones inspiradas por los magos para desentrañar cómo las emociones afectan a nuestros procesos atencionales. Uno de los magos con el que colaboramos, John Thompson (el Gran Tomsoni), nos dice que cuando el público se ríe el tiempo se para, y entonces el mago puede hacer lo que quiera. Desde el punto de vista de la empatía, al mago le interesa tener una personalidad simpática para que la gente se alíe con él y su trabajo sea mucho más fácil porque el público querrá que el mago triunfe. Lo mismo pasa en otras ámbitos, como en la educación o en la empresa.
Por sus estudios en neurociencia visual y oculomotora, identificó un tipo de movimiento de ojos, ¿qué utilidad tiene?
A nuestro sistema nervioso lo que le importa es el cambio, y cuando las cosas no cambian no son importantes desde el punto de vista evolutivo. La estrategia que hemos desarrollado en la evolución es producir nuestro propio cambio con estos micromovimientos oculares, porque sólo percibimos el cambio ya que sólo tenemos visión de detalle en una pequeñísima área del campo visual. Los ojos se mueven para mantener la percepción. Es algo que no les ocurre a todos los animales, porque las ranas si tienen una mosca delante y está quieta no la ven, pero si echa a volar es entonces cuando la cazan.
Es curioso porque se dice que Picasso cambiaba frecuentemente los objetos de su casa para poder verlos.
No conocía esa anécdota. El sistema nervioso se habitua a lo que no cambia. Y Picasso es otro ejemplo de la intuición que tienen los artistas que, aunque no cuenten con formación en neurociencia, son grandes estudiosos de la percepción y del comportamiento humano. Picasso es un gran ejemplo porque sus obras demuestran lo bien que conocía el sistema visual, quizás de forma intuitiva.
¿Hace magia con sus hijos?
Aprobé el examen de ingreso al Magic Castle, que es la Academia de las Artes Mágicas de Hollywood. Pero soy una maga retirada por falta de tiempo.Antes de los cinco años es muy difícil apreciar la magia porque no focalizan bien la atención y no tienen expectativas rígidas sobre lo que son las leyes físicas del mundo y mis hijos tienen dos, cuatro y siete años, así que por encima del umbral de los cinco sólo hay uno.
ABOLIDO EL ABOGADO DEL DIABLO POR JUAN PABLO II, LOS PROCESOS SANTIFICADORES SE RESUELVEN COMO
DIGA EL PAPA
Se quejaba Giovanni Papini en 1946 de la escasez de santos. Sobre todo, muy pocos papas santos, decía quien ya se había hecho famoso con El crepúsculo de los filósofos. Pasaron cuatro papas más (Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo I), y seguía la sequía, hasta que accedió al pontificado quien desde ayer es san Juan Pablo II. Todos sus predecesores necesitaron veinte siglos para elevar a los altares a 2.500 personas. El polaco Wojtyla celebró él solo 500 canonizaciones y 1.500 beatificaciones. Pero no se atrevió a extender esa generosidad a los papas. Sigue habiendo pocos papas santos: 80 con los dos canonizados ayer, entre ellos los 50 primeros de la historia. Desde san Pío V, el papa de la contrarreforma, tuvieron que pasar 382 años hasta otra canonización, la de Pío X, papa entre 1903 y 1914. Lo hizo santo Pío XII en 1954. Juan Pablo II rompió la tendencia beatificando a Juan XXIII, aunque con la mala compañía de Pío IX, el pontífice que fulminó la modernidad con la pasión de un psicópata y que dijo de sí mismo, como dogma, que era infalible. Francisco lo apeó del proceso, pero sustituyéndole por el propio Juan Pablo II, como si el bueno de san Juan XXIII sirviera de comodín para procesos que por sí solos resultarían escandalosos.
Pese a llamarse a sí mismos Santo Padre o Su Santidad, se pensaba —así malició Papini— que los papas no son modelo de las enseñanzas del fundador cristiano, pobre entre los pobres y poco amigo de ricos y poderosos. Los papas se creen infalibles, ostentan el título de pontifex maximus, viven en palacios y se dicen vicarios de Dios. Pocos resistirían el juicio de un defensor del diablo, que es como se llamaba hasta 1983 a la persona encargada de hurgar en la vida y milagros de los candidatos. Martín Descalzo la retrató muy bien en La frontera de Dios.
Abolida esa figura por Juan Pablo II, los procesos santificadores se resuelven como diga el Papa. Pasa lo mismo con los milagros, prescindibles si el Papa lo decide. ¿Qué milagros? La Biblia está llena de ellos, para quien crea: resurrección de Lázaro, caminar sobre las aguas y el mejor de todos, que ya querríamos ahora: dar de comer a cinco mil pobres con solo cinco panes y cinco peces. La ciencia moderna, salvo la papal, no se extraña de curaciones de cánceres incurables. Muchos médicos lo logran a diario, gracias a Dios (como suele decirse).
Seria exagerado hablar de la banalidad de la santidad (como se ha banalizado el mal), pero es evidente que se han abaratado los procesos. Cómo razonar la beatificación de Wojtyla por Benedicto XVI, su íntimo amigo, apenas tres años después de sucederlo con aquel clamor que señalaba al polaco. “¡Cuanta suciedad entre nosotros!”, denunció Ratzinger. Hágase santo al responsable si Francisco quiere, pero extraña que al evento acudan, romeros de postín, las primeras autoridades españolas, oficialmente aconfesionales. Así persiste la España nacionalcatólica.
Francisco canoniza a Juan XXIII y Juan Pablo II, dos visiones distintas de la Iglesia
SANTOS PERO OPUESTOS
La llegada al papado de Francisco y sus explosivos titulares periodísticos —aquel “¿Quién soy yo para juzgar a los gais?” o aquel otro “Jamás fui de derechas”— causó honda preocupación en el sector más retrógrado de la Iglesia católica. No fueron pocos los que se alarmaron ante la posibilidad de que bajo las formas sencillas de Jorge Mario Bergoglio se escondiera lo nunca visto: ¡Un papa rojo! Sin embargo, la canonización conjunta de Juan XXIII y Juan Pablo II, dos papas tan parecidos como la noche y el día, ha venido a demostrar que Francisco, más que ser de izquierdas, lo que tiene es mucha mano izquierda. La suficiente para, piano piano, hacer de su capa un sayo sin que nadie —ni siquiera los ultraconservadores más furibundos— pueda rasgarse las vestiduras. La de ayer en Roma fue, además de la histórica jornada de la canonización de dos papas ante la presencia de otros dos, la constatación de que Bergoglio ya es el rey absoluto de un Estado tan difícil de gobernar como el de la Ciudad del Vaticano.
Y si no, ahí estaba ayer Benedicto XVI, flanqueado y venerado por los mismos cardenales que lo dejaron consumirse bajo las intrigas vaticanas, ejemplo vivo de que la Iglesia necesita un papa fuerte. Y Francisco demostró ayer que lo es por partida triple. En primer lugar, haciendo coincidir la canonización de Karol Wojtyla —que le habían servido en bandeja y por vía de urgencia— con la de Angelo Roncalli, destinada a dormir para siempre el sueño de los justos. En segundo lugar, diseñando una ceremonia de canonización sobria para las costumbres vaticanas. De hecho, el perfil que trazó Francisco de sus predecesores santos —hombres valerosos que no se abrumaron frente a las tragedias del siglo XX— fue menos papista que el impresionante despliegue de loa mediática. Y, en tercer lugar, desatando la locura de los fieles —de los amantes del perfil conservador de Juan Pablo II y de los del aperturismo de Juan XXIII— cuando salió con el papamóvil de la plaza de San Pedro y llegó hasta el umbral mismo del castillo de Sant’ Angelo.
Una jornada en la que la Iglesia se daba un homenaje por el pasado terminó resultando una apuesta por el futuro. Durante su homilía, Jorge Mario Bergoglio dijo que los dos nuevos santos fueron “sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se abrumaron. En ellos, Dios fue más fuerte”. Francisco destacó que “san Juan XXIII” fue “el papa de la docilidad del Espíritu Santo”, mientras que “san Juan Pablo II fue el papa de la familia”. Uno y otro, añadió, “restauraron y actualizaron la Iglesia según su fisonomía originaria”. La ceremonia —concelebrada por 150 cardenales y 700 obispos ante la presencia de 24 jefes de Estado— fue seguida en directo por más de 800.000 peregrinos por pantallas instaladas en las principales plazas de Roma.
La proclamación se produjo al inicio de la ceremonia. El cardenal Angelo Amato, prefecto para la Congregación para las Causas de los Santos, presentó ante el papa Francisco las tres peticiones de la doble canonización tal como dicta el ritual: primero con “gran fuerza”, a continuación con “mayor fuerza” y, finalmente, con “grandísima fuerza”. Como respuesta, el Papa pronunció la fórmula: “En honor de la Santísima Trinidad, por la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo y de los santos apóstoles Pedro y Pablo, después de haber reflexionado largamente e invocado la ayuda divina y escuchando el parecer de muchos de nuestros hermanos obispos, declaramos santos a Juan XXIII y a Juan Pablo II”.
El día histórico fue, en realidad, solo una pausa. Hoy Francisco retomará su cargada agenda. Por la mañana recibirá en audiencia a los Reyes de España —a los que ya saludó ayer tras la doble canonización— y luego se reunirá con el llamado G-8 del Vaticano, el consejo de ocho cardenales que le están ayudando a transformar el Gobierno de la Iglesia.
El Panel de las Naciones Unidas sobre la Agenda Post-2015 concluyó que para poder alcanzar los Objetivos del Milenio necesitamos una “revolución de datos”. La importancia de los datos en la nube –o big data como lo llaman en inglés– abre numerosas oportunidades para el desarrollo y debemos aprovecharlas. Aquí van algunos ejemplos que ilustran cómo podemos beneficiarnos de esta “revolución de datos”.
1. Entender procesos demográficos y migratorios
El rastreo de actividad de teléfonos celulares vía GPS puede ayudarnos a comprender patrones de migración y de formación de grupos sociales en ciudades. Gracias a la llamada “minería de datos” , el instituto SAS pudo identificar tendencias de desempleo en Estados Unidos e Irlanda con tres meses antes que los informes oficiales, y se dieron cuenta de que las conversaciones en medios sociales sobre la pérdida de propiedad privada tuvieron lugar dos meses antes que las de desempleo.
2. Identificar hábitos y problemas sociales
Algunas investigaciones demuestran que compartimos en Twitter y Facebook enfermedades que a veces no compartimos con los doctores. El análisis de información en los medios sociales puede ayudarnos a descubrir posibles enfermedades endémicas, así como comprender nuestros hábitos de salud como la práctica de ejercicio, o el consumo de droga o alcohol.
Los investigadores del MIT desarrollaron un sistema que recoge datos diarios sobre precios de bienes vendidos o promocionados en la web y lo utiliza para estimar la inflación con alta precisión. Gracias a esto, se pueden identificar picos de inflación mucho más rápido que con métodos tradicionales.
5. Detectar riesgo de pandemia en tiempo real
Google Flu Trends y Google Dengue Trends permiten monitorear las búsquedas en internet sobre síntomas típicos de la gripe y la malaria realizadas en lugares determinados. Gracias a ello, se puede detectar la posibilidad de brotes epidémicos en cualquier momento.
6. Descubrir cambios topográficos, patrones de tráfico y emisiones
Soluciones como “Ciudad Creativa Digital” serán la base de las llamadas “ciudades inteligentes”. Este proyecto instalará sensores electrónicos y digitales capaces de transferir datos en tiempo real sobre la actividad de cualquier ciudad permitiendo, por ejemplo, cambiar el tiempo de duración de las luces en los semáforos conforme la densidad del tráfico.
7. Entender el cambio climático
La organización “Life Under Your Feet” creó una herramienta para visualizar datos de satélites y sensores electrónicos sobre variaciones en los niveles de humedad, temperatura y presión del suelo, que pueden ser útiles para tomar decisiones en proyectos de agricultura e infraestructura.
8. Mejorar los servicios públicos
Ubidots es una plataforma Colombiana de “internet-de-las-cosas” que monitorea las condiciones de higiene de 25 hospitales en América Latina. Captura datos con sensores sobre actividades de los equipos y la tasa de ocupación en los hospitales que sirve para entender la situación a tiempo real de los hospitales.
9. Organizar la ayuda humanitaria en tiempos de desastre
10. Mejorar la calidad de vida y fortalecer lazos comunitarios
CoCoRaHS es una red de voluntarios que miden y papean precipitaciones pluviales. Con la información recogida las comunidades locales pueden controlar las epidemias de mosquito, mejorar la planificación urbana, ajustar pólizas de seguro, e incluso la planificación de actividades recreativas al aire libre y educativas.
Esos son sólo algunos ejemplos. ¿Cómo piensas que el uso de big data podría ayudar a mejorar la calidad de vida?
Texto en colaboración con Abierto al Publico, el blog de Open Knowledge del Banco Interamericano de Desarrollo.
Norma Palomino es la Jefa de Servicios Bibliotecarios del Banco Interamericano de Desarrollo y profesora de filosofía de la Universidad de Morón, en Buenos Aires. Su tesis de doctorado se centra en el estudio de métricas de impacto e influencia en la diseminación de contenido via Twitter.
“Toda dictadura, sea de un hombre o de un partido, desemboca en las dos formas predilectas de la esquizofrenia: el monólogo y el mausoleo”.
Octavio Paz
La “patética” de Tchaikovski era en aquel tiempo la música de fondo más apropiada para el terrible conflicto que asolaría nuestro solar patrio allá por el año 1936. En este hermético y asfixiante cuadrilátero que era la España de entonces, una lluvia fúnebre regaría con desastres sin cuento estas tierras tan curtidas en sufrimiento.
En ambos bandos se destacaron multitud de voces contra las consecuencias de aquella ira desatada. Notables humanistas, intelectuales y los más, el pueblo llano con sentido común, se verían arrastrados por los intereses de una minoría hacia un abismo que lo fagocitaría todo sin contemplaciones. Entre ellos estaba ‘Garbo’.
‘Garbo’ era el sobrenombre de Joan Puyol, un irrepetible oficial del ejército republicano español. En el momento álgido de la II Guerra Mundial, le sería impuesta, in absentia, la máxima condecoración del III Reich (la Cruz de Hierro), y más tarde, a la conclusión del conflicto más sangriento en la historia de los enfrentamientos de la humanidad, con la Orden del Imperio Británico, algo insólito en la historia conocida.
El odio engendrado hacia el fascismo tras el golpe de estado que acabó en la Guerra Civil Española, le llevaría a colaborar con los servicios de Inteligencia Exterior británicos (MI5), en un servicio de impecable factura y excelentes resultados. Su habilidad aún hoy asombra a propios y extraños por el espectacular ingenio que desarrolló este maestro de espías.
La piedra angular de la victoria aliada
La obra cumbre de ‘Arabel’, su nombre en clave para la Abwehr, el servicio de inteligencia alemán dirigido por el almirante Canaris, fue el de crear un objetivo secundario en Calais a modo de cebo o atracción, para desviar a lo más granado de la Wehrmacht y las Waffen-SS, del auténtico lugar de desembarco que no era otro que el de Normandía. Alrededor de 56 divisiones, 10 de ellas Panzer acorazadas y cuatro divisiones SS, esto es, más de medio millón de hombres, cubrían la costa atlántica francesa y belga.
El poder de convicción de este enjuto y culto poeta e intelectual uniformado, se convertiría en la piedra angular de la victoria aliadaLa potencia de fuego de este grupo del ejército alemán impedía a todas luces un desembarco con garantías y el fracaso estaba asegurado si el intento se llevaba a cabo. Complementando con bombardeos de alfombra, un largo y cruento ejercicio de erosión de la altamente cualificada tropa teutona, se optó por un trabajo de orfebrería a una escala desconocida hasta entonces en la práctica del espionaje.
Un minucioso trabajo de la inteligencia militar anglo-norteamericana, llevado con la precisión de un reloj suizo, pondría a este militar excombatiente en las filas de la república, en la privilegiada posición de ganarse la confianza total del espionaje alemán para, influyendo de manera decisiva en Hitler y su Alto Estado Mayor, ejecutar de manera magistral un programa de intoxicación sin precedentes. El poder de convicción de este enjuto y culto poeta e intelectual uniformado, se convertiría en la piedra angular de la victoria aliada con el reconocimiento sin reservas de quienes apostaron por él.
Lo más granado del espionaje británico
Juan Puyol, al que a partir de ahora llamaremos Garbo, pues fue con este alias con el que pasó a la historia por sus incuestionables dotes de actuación, era un humanista comprometido y amante de la ciencia y el progreso. Criado en una familia catalana de clase media, la apuesta de sus progenitores no fue otra que la de invertir en una sólida cultura para el chaval, que será sin lugar a dudas de influencia determinante en la vida del futuro espía. Su infancia y juventud se desarrollan en la Barcelona próspera y convulsa de principios del siglo XX y es con 24 años cuando le sorprende el inicio de la Guerra Civil.
Un supuesto asalto a Calais bajo el mando de Patton es el cebo en el que pican los alemanesGarbo vivió con intensidad la atmósfera del terror revolucionario de los primeros meses de la guerra con sus juicios exprés, la proliferación de las checas y el caos intramuros inicial al que tuvo que enfrentarse la república en Cataluña, lo que le distanció de los métodos de los anarquistas y comunistas, pasándose inicialmente al bando franquista. Pero el horror desatado por el baño de sangre del régimen fascista español y su colaboración con la Alemania nazi le hacen desmarcarse de este Apocalipsis doméstico.
Dos personajes de inagotable fascinación, dos rara avis. Tomas Harris, un pintor bohemio hijo de española, y la enorme picardía de Garbo como intoxicador, crean un tándem único por su pericia y arrojo en la historia del espionaje moderno. Eran quizás, lo más granado del (MI5).
Berlín tenía en Madrid una embajada de proporciones gigantescas con más de 500 agentes de la Gestapo y el Abwehr que pululaban como Pedro por su casa. Al frente de este equipo estaba Wilhelm Leissner, amigo personal del almirante Canaris. Aunque de ideología conservadora, no daba el perfil idóneo como para jugar en la Premier, pero su fidelidad incuestionable y su discreción casi obsesiva al margen de su amistad personal con Canaris le hicieron acreedor de la confianza de Berlín para este cargo.
El golpe maestro
De él dependía uno de los agentes más activos del espionaje militar en España, Friedrich Knappe Ratey, cuyo alias era Federico, que resultó ser el mentor de Garbo y que no se percataría en ningún momento de la guerra de los manejos de éste. Para consumar el trío, Ángel Alcázar de Velasco, un falangista de “toda la vida”, furtivo torero siempre al límite en las dehesas extremeñas, además de esforzado pintor en busca de un esquivo reconocimiento, sumaba a sus cuestionables capacidades para tan exigente oficio, una razonable amistad personal con Ramón Serrano Súñer, familiar sobrevenido del general sublevado, ministro de asuntos exteriores y de indudable filia pro nazi, que sería discretamente relevado conforme la guerra se iba decantando en contra de los germanos.
La fértil imaginación de Garbo era ilimitada. Convertiría una de las mayores patrañas de la historia en una realidad de desbordante originalidadEl esforzado Anacleto de andar por casa que era Ángel Alcázar sería neutralizado rápidamente a causa de su irrefrenable afición a las faldas y al morapio, dejando el espionaje activo por la puerta de atrás y pasando sin pena ni gloria al anonimato, pero eso sí, “largando” jugosa información, que Garbo, presto, enviaba a sus superiores en Londres.
Mientras Garbo se trajinaba un exilio dorado en Lisboa, pergeñando todo tipo de patrañas para tener a los alemanes contentos, y montaba una red ficticia de colaboradores que recordaba a las más famosas añagazas de Rommel en su apogeo, los contribuyentes germanos no sabían que estaban financiando la mejor versión de Jano. Tras verificar su compromiso sin ambages con la causa de los ingleses, de los que les fascinaba su alta calidad democrática, comienza a enviar “comprometida” información a sus enemigos declarados.
Cuando la Operación Torch (desembarco en Túnez de las tropas aliadas), Garbo informará a los alemanes por vía aérea con una carta con falso matasellos unos días antes, pero que es deliberadamente enviada cuando la operación ya está prácticamente consumada. Retraso aparte, la información es tan exacta, que los alemanes le condecoran sin dudarlo un momento. Este será uno de sus golpes maestros, pero no el único.
El cebo en el que picaron los alemanes
Gracias al riguroso entrenamiento al que fue sometido Garbo por parte de los servicios de inteligencia alemana, de su dominio de la criptografía y la explícita preocupación de estos por una invasión de los aliados al continente, permite a los ingleses una y otra vez descifrar los contenidos de estos últimos. La activa red fantasma de espías inexistentes de Arabel -Garbo informará a los alemanes de movimientos de tropas que jamás se producirán-. Un supuesto asalto a Calais bajo el mando de Patton es el cebo en el que pican los alemanes. Esta información les obliga a reforzar aún más la zona del estrecho, lo que les impide atender la que será posteriormente la cabeza de puente del desembarco más famoso de la historia reciente.
El mismísimo Hitler entra al trapo en esta desinformación y ordena que no se envíe refuerzo alguno a NormandíaPara el 6 de junio de 1944, los aliados ya han desembarcado en Normandía, lo que descoloca a los engañados alemanes. A estas alturas, Rommel, salvado in extremis de la quema de Túnez, y atento a su fina intuición, ordena desplazar cinco divisiones desde Calais hacia Normandía, lo que supondría, de llevarse a cabo, un serio revés y complicaciones sin cuento a los aliados.
Entonces Garbo enviará el que posiblemente sea el mensaje más importante en el desarrollo de la II Guerra Mundial. Les dice a los alemanes que la operación en curso es una maniobra de distracción y que el asalto determinante se materializará en Calais, por donde los aliados tratarán de entrar en Francia. El mismísimo Hitler entra al trapo en esta desinformación y ordena que no se envíe refuerzo alguno a Normandía.
Ausencia de reconocimiento público
La Luftwaffe hace vuelos de reconocimiento y detecta un número considerable de aviones y tanques aliados… de cartón piedra y rellenos de aire comprimido en un segundo frente que no es más que un espejismo diseñado ad hoc. Durante los meses de junio y julio, un gran número de soldados alemanes en Calais esperan un ataque que jamás llegará. El desenlace es de todos conocido.
Garbo era un hombre orquesta que parecía él solo una filarmónica entera. Había dotado a cada uno de sus agentes ficticios de una personalidad, un estilo de prosa y caligrafía particulares. Se habían enviado más de 400 cartas secretas y cerca de 2.000 mensajes de radio a los alemanes. La fértil imaginación de Garbo era ilimitada. Convertiría una de las mayores patrañas de la historia en una realidad de desbordante originalidad. A veces uno decide asomarse, abrir la ventana y mirar donde el resto no mira o no quiere mirar por temor a que le vean mirando y parezca sospechoso. Ese era Garbo, alguien que fue más allá.
Al acabar la guerra, Garbo se desvanece en su particular y enigmático adiós a las armas. Tuvo que fingir su propia muerte y fue enterrado en Puigcerdá. Años más tarde, un periodista británico lo localizará en Venezuela para proponerle un homenaje y el reconocimiento del pueblo inglés. Pero lo cierto es que ni en Londres, en la sede de los servicios de inteligencia en Vauxhall Cross, ni en las Ramblas de Barcelona hay un monumento, ni placa o estatua que conmemore la gesta de aquel enorme luchador por la democracia.
Como es habitual en nuestro país, Saturno devora a sus hijos.
Localización del Area Parahipocampal de Lugar (Russell Epsteinet al.)
Conocer la naturaleza de las alucinaciones es una de las asignaturas pendientes de la neurociencia. De cuando en cuando, el estudio con pacientes epilépticos arroja alguna pista sobre el papel que pueden tener determinadas áreas del cerebro en estas recreaciones y qué neuronas están implicadas. El último caso se acaba de publicar en la revista The Journal of Neuroscience, un trabajo en el que los investigadores documentan lo ocurrido a un paciente de 22 años al que la simple estimulación de un área muy concreta del cerebro le hace trasladarse a los escenarios de su vida cotidiana.
Los autores del trabajo relatan el caso de un joven al que iban a operar de un foco epiléptico aparecido cuando tenía 10 años a partir de una inflamación cerebral provocada por el virus del Nilo occidental. El sujeto experimentaba una serie de ataques precedidos siempre por una intensa sensación de déjà vu(de haber vivido antes la experiencia que está contemplando), pero nunca había tenido alucinaciones.
Electrodos subdurales vistos en rayos X (Universidad de Arrizona)
Nuestro conocimiento del cerebro, como el del resto de la anatomía humana, lo hemos adquirido de forma un poco accidentada. Los primeros datos se obtuvieron hace un par de milenios a las bravas, cuando Herófilo de Calcedonia (335 a. C. – 280 a. C.) describió por primera vez las venas del cerebro gracias a las vivisecciones que practicaba a criminales y esclavos condenados a muerte. Para que se entienda mejor: les abría la cabeza en vivo y veía lo que había dentro.
Como el método de Herófilo resultó un poco gore incluso para sus coetáneos, los conocimientos sobre el encéfalo fueron avanzando a trompicones hasta el siglo XIX. Aunque ahora nos parezca un poco tosco, muchos de los principales hallazgos se hicieron por descarte, es decir, si alguien se clavaba una barra de hierro en el lóbulo frontal y cambiaba de personalidad, se describía cierta función de ese área, o si determinados pacientes perdían la facultad del habla, se hacía un estudio post-mortem para localizar la zona que todos tenían lesionada.
Las formas tampoco mejoraron mucho con la llegada del siglo XX, y el método de ensayo-error seguía siendo la norma. Al cirujano António Egas Moniz le dieron un premio Nobel por inventar la lobotomía, método que consistía en lesionar el lóbulo frontal de los pacientes psiquiátricos y que tuvo su máxima expresión cuando el médico Walter Freeman recorrió EEUU lesionando con un punzón de picar hielo el cerebro de todo el que encontraba a su paso.
Áreas estimuladas al paciente del estudio (Mégevand P et al., Journal of Neuroscience )
Los escáneres cerebrales previos a la intervención mostraron una zona de su cerebro aparentemente encogida, cerca del hipocampo, el núcleo cerebral clave en la fijación de recuerdos. El daño en el cerebro del paciente que provocaba los ataques parecía estar, en principio, en una zona conocida como Área Parahipocampal de Lugar (PPA), fuertemente implicada en el reconocimiento de escenas y lugares. Cuando los médicos le enseñaban la fotografía de una casa, por ejemplo, el PPA del paciente se iluminaba en las imágenes de resonancia magnética funcional, indicando un aumento de la actividad (las zonas amarilla indican una mayor actividad que las rojas).
Para localizar con exactitud el área que desataba los ataques, los médicos llevaron a cabo el procedimiento habitual. Colocaron una manta de electrodos sobre el cerebro del paciente y estimularon eléctricamente la zona para comprobar si desataba un ataque epiléptico. Lo curioso de este caso es que, en lugar de desatar un déjà vu como sucedía en condiciones normales, el paciente comenzaba a experimentar una alucinación en la que todo lo que le rodeaba se convertía en algo relacionado con su vida diaria. En uno de las ocasiones, por ejemplo, los médicos se convirtieron- para él – en los italianos que atienden una pizzería cerca de su casa. Tocando otro grupo de neuronas cercanas, el paciente se trasladaba de repente a la estación en la que coge el metro habitualmente.
Chloe Jennings-White tiene 58 años y quiere perder las piernas. Desde hace años trata de encontrar una manera de lesionarse y ahora busca un cirujano que le ayude a realizar su sueño, quedarse sin movilidad en las extremidades inferiores. Su deseo de ser paralítica llega al extremo de que se desplaza en una silla de ruedas y vive como si estuviera impedida. De pequeña, explica esta ciudadana de Utah (EEUU), sentía celos de los niños minusválidos y de una tía que necesitó una prótesis tras sufrir un accidente de bicicleta.
El problema de Chloe está en su cerebro. Sufre lo que se conoce como un “Trastorno de Identidad de la Integridad Corporal“, conocido a veces como apotemnofilia y otras por sus siglas en inglés BIID (Body Integrity Identity Disorder). Su caso, que saltó hace unos días a la fama, es una de las expresiones de este trastorno, aunque la mayoría de los afectados no quieren perder la movilidad, sino que buscan directamente que se les amputen ese miembro que su cerebro rechaza como extraño.
Con estos resultados, los científicos consideran ahora que esta zona del cerebro podría tener un papel importante no solo en el reconocimiento de lugares, sino en su visualización, de modo que una alteración en estos grupos de neuronas puede causar que el sujeto crea estar ante personas y lugares que en realidad solo está recreando su mente.
Inspirador de Juan Gris o de Pablo Picasso, impulsor en nuestro país de las corrientes estéticas que inundaban el continente europeo en las primeras décadas del siglo XX, diseñador, ilustrador, pintor, decorador, Eulogio Varela fue, sin duda, el gran referente del modernismo en Madrid.
Un maestro en la Europa de entreguerras, con un gran número de seguidores fuera de nuestras fronteras, hoy relegado a un rincón de nuestra memoria.
Bajo el título Modernismo y Modernidad, el Museo ABC, que custodia gran parte de su obra, presenta la mayor exposición que se ha dedicado a uno de los creadores más relevantes de nuestro país.
Eulogio Varela (1868, El Puerto de Santa María, Cádiz – 1955, Cercedilla, Madrid) ejemplificó la existencia de un modernismo madrileño en su vertiente más cosmopolita. Sus diseños se ubicarían en la línea del Arts & Crafts de William Morris, Walter Crane o John Ruskin, e incluso en experiencias postreras, como las del Darmstadt alemán, en ese intento utópico por aunar arte, artesanía y diseño.
Fue un artista polifacético que no solo destacó en el ámbito de la pintura, sino también en la ilustración, el diseño gráfico y de mobiliario, además de llevar a cabo una labor pedagógica y teórica que ayudó a realzar su nombre.
En 1898 comienza su colaboración con la revista Blanco y Negro y se convierte en uno de sus artistas más relevantes. El grueso de su producción se concentró en esta publicación, y no solo llegó a ser uno de los colaboradores más prolijos, sino también —a partir de la década de los veinte— el «confeccionador de la casa», el artífice general de la revista hasta la llegada de la Guerra Civil.
Fruto de esa colaboración, la Colección ABC custodia 950 dibujos con ilustraciones y también diseños de letras capitales, adornos, orlas y piezas de decoración. Esta muestra tiene como objeto poner en valor a un gran artista, rescatarlo del olvido y mostrar, por primera vez, sus dibujos y diseños como mejor ejemplo de una trayectoria única e irrepetible.
Desde su Cádiz natal la familia Varela se traslada a Valladolid, donde Eulogio termina el bachillerato con sobresaliente e inicia estudios de Ciencias Naturales —el tifus le impide terminarlos—. Allí arranca su carrera como artista y asiste a la Escuela de Bellas Artes. Prosigue su formación en la Academia de San Fernando de Madrid para, más adelante, trasladarse a la capital, donde Varela vive con su amigo Joaquín Xaudaró —también ilustrador de Blanco y Negro—, antes de contraer matrimonio con Genoveva Hervias. Trabaja para varias revistas —La Ilustración Española y Americana, Madrid Cómico o Helios—, enseña en la Escuela de Artes y Oficios y obtiene la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1908 y de 1913. Además, publica dos obras teóricas fundamentales: Temas de composición decorativa, que le otorgaría prestigio internacional —se publicó en español, francés e inglés— y su obra póstuma La letra y su teoría constructiva.
UN ESTILO ÚNICO
Carismático artesano y simbolista, verdadero adalid del modernismo internacional en la capital de España, se erigió como el mejor representante del modernismo en el ámbito gráfico con una huella clara del artista checo Alfons Mucha, del art nouveau visto en París y Roma, el prerrafaelismo anglosajón y el estilo de los ilustradores y exlibristas españoles como Alexandre de Riquer, Juan Gris o Emilio Sala.
Su trazo reflejaba dos tipos de estilos (con todas sus variantes y eclecticismos). Por una parte, un estilo costumbrista, realista, narrativo y anecdótico de sesgo posimpresionista y, por otra, un estilo art nouveau, modernista, muy raro en Madrid, pero muy común en Europa, próximo al prerrafaelismo inglés, al Sezessionstil vienés, al grafismo de las revistas alemanas del Jugendstil y al foco de modernidad catalán.
SOBRE LA MUESTRA
La exposición que acoge el Museo ABC reúne piezas inéditas que muestran el abanico de corrientes que llegan hasta Madrid y de las que este artista se nutrió, y que difundió gracias a Blanco y Negro. Encontramos influencias de la estampa japonesa, de la arquitectura germana y vienesa, de los simbolistas prerrafaelistas ingleses, de las temáticas wagnerianas y su interés por el medievalismo y otros neohistoricismos. Hay hueco para lo fantástico, lo esotérico, lo religioso y lo exótico, para la naturaleza y, sobre todo, para la mujer moderna. En su casa descubrimos pequeñas joyas modernistas en forma de diseños de muebles o útiles de la vida moderna. En definitiva, la utopía del arte dentro de la vida burguesa.
La exposición termina con el Varela diseñador de orlas, letras capitales, colofones, monogramas o caligrafías, que muestran a un pionero del arte gráfico.
Toda la muestra goza de una gran riqueza de juegos visuales y estéticos que conviven en el tiempo con una normalidad asombrosa. Varela no fue solo un mero seguidor de Alfons Mucha sino un estudioso de múltiples lenguajes que combinó con enorme facilidad en una misma revista.
Publicado en Mentalización. Revista de Psicoanálisis y Psicoterapia (Abril 2014). Aperturas Psicoanalíticas agradece a la revista la autorización para reproducir este artículo.
Abstract
La promoción de la mentalización es un importante objetivo común a diversos enfoques y tratamientos psicoterapéuticos. Por esa razón resulta de utilidad llevar a cabo una evaluación pormenorizada del nivel de mentalización (de sus fallas y déficits, pero también de sus recursos) de los consultantes.
Por su parte, el Enfoque Modular Transformacional (Bleichmar 1999) invita a pensar el psiquismo como un modelo en base a articulaciones de componentes y sistemas motivacionales. Estos múltiples sistemas (con sus dinámicas intra e intersistemas) ponen en movimiento la actividad psíquica (Bleichmar 2008).
El propósito del presente trabajo es llevar a cabo una articulación entre ambos enfoques, utilizando el siguiente instrumento: el Método para la Evaluación de la Mentalización en el Contexto Interpersonal (MEMCI). La propuesta central es que el MEMCI permite evaluar en el paciente sus distintos desempeños en el mentalizar en el modo en que el paciente configura sus relaciones interpersonales, según los sistemas motivacionales que se ponen en juego (en dicho paciente), en sus intercambios con el otro.
Fonagy postula que la mentalización es un importante factor común a diversos enfoques y tratamientos psicoterapéuticos que trabajan con pacientes que poseen diferentes diagnósticos y niveles de gravedad (Allen, Fonagy, Bateman, 2008). Según esto, para terapeutas de diversas filiaciones teórico-clínicas resultará de utilidad llevar a cabo una evaluación pormenorizada del nivel de mentalización (de sus fallas y déficits, pero también de sus recursos) de los consultantes, por ejemplo, como parte de las entrevistas iniciales de la psicoterapia.
El método más utilizado hasta el momento para realizar tal evaluación se basa en la Entrevista de Apego Adulto (Adult Attachment Interview, AAI), consistente en una entrevista semiestructurada que incluye una serie de preguntas tendientes a explorar las relaciones de apego tempranas de los entrevistados (George, Kaplan, Main, 1996; Steele, Steele, 2008). A partir de las respuestas de estos últimos, Fonagy y colaboradores proponen la extracción de un puntaje para la Función Reflexiva en una escala que va del 1 al 9, a la vez que identifican cuatro dominios en los que la misma se expresa (Fonagy et al, 2008). Este método ha sido utilizado en diversos estudios y ha mostrado altos niveles de validez y confiabilidad (Fonagy et al, 2008); sin embargo, no son pocos los autores que le atribuyen ser demasiado complejo e insumir un tiempo excesivo para su utilización en la práctica clínica cotidiana (Choi-Kain, Gunderson, 2008; Meehan et al., 2009). Es por este motivo que ha sido desarrollado un método cuyos autores (Lanza Castelli& Bilbao Bilbao 2012) consideran que es de fácil aplicación y mucha utilidad práctica, al que se ha denominado Método para la Evaluación de la Mentalización en el Contexto Interpersonal (MEMCI). Dicho método puede utilizarse tanto en las entrevistas iniciales como en el interior de las sesiones a lo largo de la psicoterapia.
En la confección del mismo se ha tomado como referencia dos ideas de Peter Fonagy: su afirmación de que la mentalización puede también ser evaluada de modo sistemático en distintos relatos de los pacientes (y no sólo en la Entrevista de Apego Adulto), y su énfasis en que dicha función ha de ser evaluada en el contexto interpersonal (Bateman, Fonagy, 2006).
En lo que sigue se realiza una breve caracterización del constructo Mentalización, se presenta la propuesta de pensar el psiquismo como un modelo en base a articulaciones de componentes y sistemas motivacionales (Bleichmar 2008), a continuación se describe brevemente el MEMCI y su utilización teniendo en cuenta dichos sistemas motivacionales, la cual queda ilustrada con un ejemplo clínico.
A) La Función Reflexiva o Mentalización
Para situar el tema corresponde, de entrada, una diferenciación importante: aquélla que cabe hacer entre las funciones y los contenidos. En diversos trabajos sobre los procesos de cambio en psicoanálisis, Peter Fonagy y colaboradores diferencian dos modelos que permiten poner de relieve distintos aspectos de los factores terapéuticos en el psicoanálisis y la psicoterapia (Fonagy, 2001, 2009b; Fonagy et al., 1993; Allen, Fonagy, Bateman, 2008).
Uno de ellos, es el modelo representacional, que pone el acento en las representaciones que han devenido inconscientes por obra de una defensa que se les opone y propone como objetivo la recuperación de las mismas junto con los sentimientos que conllevan, así como la reestructuración del sistema representacional a través del incremento de la integridad de las organizaciones mentales, la elaboración de sus conexiones con otros sistemas y la creación de nuevas representaciones, tanto de estados externos como internos (Fonagy et al., 1993). Las formulaciones que se encuadran en este modelo proponen favorecer cambios en la organización interna de los contenidos mentales (deseos, sentimientos, creencias, ideas, etc.) por medio del trabajo interpretativo y de la relación paciente-terapeuta. A través de estos dos factores se busca integrar y reorganizar las estructuras mentales inconscientes repudiadas (Fonagy, 2001; Fonagy et al. 1993).
Por su parte, el modelo de los procesos mentales, se centra en las capacidades que los pacientes poseen (en grado variable) para trabajar con, dar forma y transformar sus contenidos mentales, regular su vida emocional y establecer relaciones interpersonales adecuadas. Peter Fonagy y colaboradores postulan que estas capacidades pueden agruparse bajo la denominación de Función Reflexiva o Mentalización, la cual se encuentra particularmente comprometida en los pacientes con trastornos de la personalidad y en los pacientes borderline (Fonagy et al. 2002), si bien se puede encontrar algún grado de perturbación en dicha función a lo largo de todo el espectro psicopatológico (Allen, Fonagy, Bateman, 2008). El objetivo clínico en este caso tiene que ver con favorecer la activación de dicha función, restaurar sus déficits, facilitar su optimización y su aplicación a distintas situaciones que resultaron problemáticas debido a diversas deficiencias en la misma.
Esta diferenciación entre contenidos y funciones se encuentra en la base de la distinción que se establece en el MEMCI entre las dos partes que lo constituyen, la primera de las cuales explora un conjunto de contenidos, mientras que la segunda se centra en la indagación de distintos aspectos de la función reflexiva (o mentalización).
El constructo mentalización se refiere a una serie variada de operaciones mentales que tienen como elemento común focalizar en los estados mentales y comprender el comportamiento propio y ajeno en base a los mismos. Los procesos que implica tienen grados variables de complejidad y van desde el registro de un estado afectivo hasta la reconstrucción y narración autobiográfica.
Dicho constructo puede entenderse como multidimensional, en la medida en que abarca cuatro polaridades que dependen de distintos sistemas neuronales: Procesos focalizados en sí mismo o en el otro; procesos automáticos o controlados; cognitivos o afectivos; basados en lo externo o en lo interno. Asimismo, dichas polaridades incluyen, a su vez, una serie de procesos mentales que son en parte específicos de cada una de ellas, o de ciertas combinaciones entre las mismas.
Las polaridades deben estar balanceadas adecuadamente en cada situación para que el mentalizar funcione eficazmente (Fonagy, Luyten, 2009; Fonagy et al. 2010; Fonagy, Luyten, 2010; Lanza Castelli, 2011).
Si se enfoca el asunto desde el punto de vista de los procesos mentales, en cada uno de ellos vemos que queda acentuado determinado polo de cada una de las polaridades y que el problema se presenta cuando tal acentuación se vuelve rígida y carente de flexibilidad. Así, por ejemplo, el proceso de inferir deliberadamente las creencias que determinan cierto comportamiento de otra persona, supone el predominio de los siguientes polos: proceso focalizado en el otro (en la polaridad “focalizados en sí mismo o en el otro”), proceso controlado (en la polaridad “procesos automáticos o controlados”), proceso cognitivo (en la polaridad “procesos cognitivos o afectivos”), basado en lo interno (en la polaridad “procesos basados en lo interno o en lo externo”). Todo esto será anotado de la siguiente forma: FO/PC/cognit/int. En cambio, el empatizar espontáneo, que incluye una sintonía no deliberada con el estado afectivo del otro a la vista de la expresión de sus emociones, implica el predominio del polo “focalizado en el otro”, del polo “procesos automáticos”, del polo “proceso afectivo”, del polo “basado en lo externo”. La anotación sería la siguiente: FO/PA/afect/ext.
En un funcionamiento mentalizador flexible y de buen nivel encontraríamos pasajes fluidos de un polo al otro dentro de la misma polaridad, así como entre los dos procesos mencionados (inferir deliberado y empatizar espontáneo), mientras que el predominio del segundo proceso (y del segundo grupo de polos: FO/PA/afect/ext) aunado con la dificultad de poner en juego el primero (inferir deliberado), conlleva una perturbación en el funcionamiento de la mentalización que es típica de los pacientes borderline, histriónicos y dependientes (Fonagy, Luyten, 2010).