Archivo de la categoría: POESÍA DEL SIGLO XX

España, el lugar donde los dioses vienen a llorar

España, el lugar adonde los dioses vienen a llorar.

En un mundo de forajidos el que camina en sentido contrario, parece que huye.

T.S. Elliot

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El 28 de marzo del año 1942, la enorme e incandescente luz de uno de los más grandes poetas, nacido inmortal y parido por un vientre fratricida, se ausentaría de su presencia física tras abandonar un cuerpo quebrado por el estigma de un dolor irreparable.

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De inspiración telúrica y versos torrenciales, la enorme humanidad de este excepcional poeta se implica de forma harto comprometida con los desheredados de la tierra. Cristiano en retirada, desengañado por la mala praxis del mensaje de aquel milenario profeta que fue Jesucristo, se encontró de bruces con una realidad social cruel y desamparada donde el lamento de los descamisados no inmutaba al Gran Lobo Feroz, que agazapado en la noche oscura, esperaba su oportunidad.

Los versos de Hernández expresan los anhelos y temores de un pueblo y en el ritmo de su verbo estalla la pólvora que aterra al poder: la demoledora acción de las ideas de un libre pensador que no se pliega al pensamiento horizontal. El auténtico poeta siempre es un ser subversivo, y eso es algo peligroso, porque promueve la “ilegalidad” del pensamiento libre.

El auténtico poeta siempre es un ser subversivo, y eso es algo peligroso, porque promueve la ilegalidad del pensamiento libreEl autor de las Nanas de la Cebolla, Viento del Pueblo, o la famosa Elegía a Ramón Sijé, cultivaría la amistad de otros grandes de su época como el Nobel Vicente Aleixandre, el inolvidable embajador de Chile en España, enorme bastión al que se acogerían muchos perdedores y poetas a su vez, Pablo Neruda, José María de Cossío, autor de la monumental obra dedicada a la tauromaquia o de Antonio Buero Vallejo, posterior premio Cervantes también condenado a muerte en su momento, por “adhesión a la rebelión”. Algunas de estas amistades serían capitales en la defensa del poeta ante los zarpazos de la locura desatada, pero que a la postre se demostrarían insuficientes…

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Delación, tortura y condena de muerte

En la primavera del año 1939, concluida la guerra, recién impresa y aún sin encuadernar una de sus obras cumbre, la premonitoria El hombre acecha, la apisonadora de la censura franquista, encarnada en el filólogo Joaquín de Entrambasaguas, condenaría a la hoguera un ingente número de galeradas. Caprichos del destino, dos ejemplares furtivos puestos a buen recaudo por incondicionales, permitirían reeditar el libro en 1981. Cuando la persecución de los vencidos entraba en su apogeo, su gran amigo Cossío, con enormes contactos entre los vencedores, se ofrecería para acoger al poeta en su casa, pero el aeda, pensando en la veracidad y buena voluntad del edicto por el cual se exoneraban de responsabilidad a aquellos que no tuvieran manchadas las manos de sangre, decidió volver a su Orihuela natal, lo que a la luz de la intensa represión se tornó imposible.

Con tan sólo 31 años de edad, expiraría el cuerpo de uno de los más grandes poetas de nuestra historiaEn su huida a Portugal y habiendo cruzado la marca, un joyero sin escrúpulos le delataría después de quedarse con el reloj que pretendía vender para embarcarse hacia Sudamérica. Entregado a la Guardia Civil por el tirano Salazar, sería sometido a tortura durante tres interminables días en los que sufriría humillaciones de difícil calificación y cuyo relato es sencillamente sobrecogedor.

Tras un penoso periplo por incontables cárceles del sur, llega a Torrijos en Madrid, emplazamiento que hoy correspondería a la calle del Conde de Peñalver, del que gracias a las gestiones que realizaría el infatigable Pablo Neruda ante el alto cardenalato, saldría en libertad sin ser procesado, en el otoño de 1939. Pero la tragedia que siempre le acompañaría no daba signos de fatiga.

De vuelta a Orihuela, sería nuevamente delatado y detenido. Juzgado y condenado a muerte en la primavera de 1940, innumerables amigos vinculados al nuevo orden entre los que se encontraba el obispo de León, intercederían por él, siéndole conmutada la pena de muerte por la de cadena perpetua. El general golpista causante de una Guerra Civil que se llevó por delante un millón de muertos y cientos de miles de exiliados, tras el enorme escándalo internacional que supuso el paseíllo a Lorca, decidió conmutarle la pena de muerte por una de inferior grado.

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La metáfora de la libertad

Trasladado a la prisión de Alicante. Entraría en una espiral de degradación de una severidad inevitable. La humedad, el hambre, las palizas diarias y un régimen carcelario medieval, devinieron en una bronquitis no tratada a la que acompañaría un tifus galopante, que para rematar desembocó en una fatal tuberculosis, mientras rodeado de un horror sin bridas, escribiría a hurtadillas sus postreros poemas terminales. Justamente, en el momento más poético del día, con la magia del alba, el 28 de marzo del año 1942, casi sin haber tenido tiempo de amanecer a la vida, con tan sólo 31 años de edad, expiraría el cuerpo de uno de los más grandes poetas de nuestra historia. Los que estaban presentes en aquel postrer momento, dicen que murió mirando la luz del amanecer que a través de la exigua ventana que fue cómplice de su último aliento.

Rodeado de un horror sin bridas, escribiría a hurtadillas sus postreros poemas terminalesEn medio de la aquella soledad impenetrable y el desamparo del silencio de la enfermería de la prisión escribiría en la pared: “Adiós, hermanos, camaradas, amigos / despedidme del sol y de los trigos”. Como legado de su grandeza personal y de su proverbial humildad, este poeta dejaría registrados en papel de váter sus últimos versos impregnados de aquella enorme humanidad que siempre sería su carta de presentación. En medio de aquella implacable ola de represión, la metáfora de la libertad emergería hacia los territorios inexplorados de lo eterno con una grandeza incontestable.

La ley del silencio que se le aplicó de manera implacable a la obra y figura de este primer espada de la poesía universal afloraría resucitada si cabe, con más fuerza. La infamia a la que fue sometida su memoria no amputa ni desfigura su auténtica dimensión humana aún a pesar de la amnesia que el paso del tiempo provoca en los humanos. Su generosa disposición para con sus semejantes, la estela de testimonios que hablan de su dignidad en medio del caos, la multitud de amigos que le asistieron en uno y otro bando y la forma en que enfrentó su condena y muerte, hablan de un ser humano fuera de lo común y también retrata a sus verdugos que al parecer decían defender principios cristianos.

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En uno de los versos dedicado a su segundo hijo, Manuel (el primero moriría de hambre en los prolegómenos de la guerra), dice así:

“Hasta la vuelta, pequeñuelos / y que no os vayáis a perder / en las estrellas de los cielos. / Venid siempre al atardecer”.

Quizás España sea el lugar donde los dioses sólo vienen a llorar.

Fuente que utilizo:   http://www.elconfidencial.com