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El valor de la derrota del siglo

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BOXEO Los guantes de la 1ª derrota de Ali se subastan por 300.000 euros

El valor de la derrota del siglo

Frazier noquea a Mohammed Ali en el 15º asalto de la histórica...

Frazier noquea a Mohammed Ali en el 15º asalto de la histórica pelea. GETTY IMAGES

No tienen el ‘sex appeal’ del vaporoso vestido con el que Marilyn Monroe humedeció los sueños de medio mundo, en la mítica escena de la alcantarilla del metro de ‘La tentación vive arriba’: 3,6 millones de euros pagados por la empresa Gotta Have It!. Ni el fetichismo cultural de los 31 millones de dólares a ‘tocateja’ que Bill Gates soltó en 1994 por el ‘Códex Hammer’ de Leonardo Da Vinci. Ni acaso el ‘sobreprecio’ de la pelota con la que Mark McGwire llegó a su home run número 70 por la que el polifacético dibujante Todd McFarlanese estiró hasta 3 millones de dólares en 1999.

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No, ni más ni menos, se trata del par de guantes con los que ‘El Más Grande de Todos los Tiempos’, un tal Muhammad Ali, el hombre que siempre anunció su invencibilidad y rebeldía al mundo y a dios, sufrió el estigma de la derrota primera vez en su carrera un 8 de marzo de 1971 en Nueva York, con la flor y nata del artisteo y los millonarios yankes vendiendo su alma al diablo por una butaca en el ‘ring side’ del Garden. Su verdugo, Joe Frazier, alias Smokin Joe, invicto campeón vigente, otro gigante en la cumbre de su fuerza y orgullo que venía de triturar a Jimmy Ellis y el hombre que más le odiaba en el mundo. Dos guantes derrotados, acaso un pedazo de historia al costo de unos 300.000 euros según pagó un millonario que no quiso salir del anonimato en la subasta de Heritage Auction del pasado viernes en Cleveland.

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Frank Sinatra… fotógrafo de Life

Vaya por delante el axioma machadiano que es de necios confundir valor y precio. Los guantes del primer campeonato mundial de Ali (contra Liston en Miami, 1964) alcanzaron 845.000 dólares el pasado 24 de febrero. Estos, de 300.000 euros al cambio, son los de ‘La Pelea del Siglo’, una noche en la que había más estrellas que en el cielo porque hasta “los astronautas figuran entre las celebridades” (Washington Post) que se apretujaron en el Garden al precio de reventa de 750 dólares, una fortuna para la época que no aseguraba entrada en la hora en la que a Ali se le permitía recobrar lo que era suyo, la púrpura del boxeo. Sí, fue la noche en que Frank Sinatraejerció de fotógrafo oficial para la revista Life tras pactar con Burt Lancaster su silla de comentarista a cambio de darle unas clases de canto para una próxima película de John Huston. Su foto de portada en Life del 11 de marzo de 1971, así como la monumental crónica deNorman Mailer (‘La pelea’) son una cima de la narrativa deportiva.

Frank Sinatra fotografía el combate entre Ali y Frazier.

Frank Sinatra fotografía el combate entre Ali y Frazier.

Más… la noche en que Dustin Hoffman y Diana Ross fueron expulsados de la zona de prensa sin asiento libre y el capo de la mafia Frank Costello, el crimen como negocio -jefe de la familia de los Luciano-, clamó al cielo al conseguir sólo dos butacas de las cuatro que ni en ‘privilegio presidencial’ siempre le reservaban al ‘precio o favor que fuese’ en primera fila. No cabía nadie más por ver a dos gigantes invictos, uno en el exilio por negarse a ir a la guerra de Vietnam -“Ningún vietcong me ha llamado sucio negro”- y el honrado campeón vigente que se benefició indirectamente de ello… pero que quería certificarlo aniquilando al bocazas que tantas veces lo humilló con el peor insulto que un negro puede llamar a otro negro, “Tío Tom”, un esclavo al servicio de los blancos.

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Fue apenas el tercer combate de Ali (si contamos la cuarentena judicial de tres asaltos contra Jerry Quarry) tras los tres años y medio de prohibición, lo despojaron del título de campeón y le hicieron perder más de 20 millones de dólares, pero su orgullo indómito seguía intacto. Ya se vio en el combate contra el argentino Óscar Bonavena que Ali, invicto con un virginal 31-0 (26 KO), no podría conservar la rapidez ni la precisión diabólica de antes. La Pelea del Siglo, la primero de su celebérrima trilogía contra Frazier, la primera de ‘Las Tres Pirámides del Boxeo’, fue otra obra maestra de la propaganda de Ali con insultos y humillaciones verbales a un campeón de carta cabal como lo era Joe Frazier, el mismo que le ayudó y prestó dinero cuando su situación económica era crítica al quitarle la licencia. Se olvidó de eso y le llamó en cruel show business gorila, feo, analfabeto, zoquete, torpe, lento…: “15 árbitros, ¡quiero 15 árbitros! Sólo así podrán ver el ritmo que quiero imponer. No ha nacido el hombre capaz de tumbarme. Soy demasiado rápido. Soy demasiado listo. Soy demasiado guapo. Debería ser un sello: sería la única manera de que alguien pueda pegarme”.

La derrota del ‘Ego-hombre’

Los guantes subastados.

Los guantes subastados.Reuters

‘Vamos, voy a matarte’, fue la bienvenida al infierno de un Smokin Joe con espuma en la boca. ¿Querías ritmo? Pues Frazier, fajador de otro mundo, valiente con desprecio temerario por su salud y su vida, hizo que Ali tuviera que soportar más castigo en esos 15 asaltos a cara de perro que en los 183 rounds de sus 31 combates precedentes. Frazier le robó el aire a la mariposa, a partir del 9 asalto no quedaba un alma sentada de las 22.550 presentes. Ali se fue dos veces al suelo, la primera por un resbalón y la última con el mejor golpe en toda la carrera de Smokin Joe, un furibundo gancho de izquierda capaz de matar a un caballo, su mortal especialidad, en el último round. Para cualquiera, un KO fulminante, pero Ali se levantó, resistencia y ego sobrehumano, y siguió los dos minutos y 35 segundos restantes. Cierto que pudo ganar porque el animal de competición también recetó tremendos bazokas, pero cayó justamente por decisión unánime de los jueces. “Aquella noche demostró ser el boxeador más valiente que he visto nunca. Se habría puesto en pie aún estando muerto. Si Frazier lo hubiera matado, Ali se habría puesto en pie”. Palabra del promotorButch Lewis en ‘His Life and Times’, de Thomas Hauser, uno de los mejores biógrafos de GOAT.

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Ali se cobraría la venganza en sus dos posteriores peleas contra Frazier, quien sólo perdió en su carrera contra él y contra George Foreman, dos con cada uno. El siguiente también sería el Madison (28 enero 1974) con una polémica decisión unánime de los jueces a favor de Ali y, sobre todo, sobrevivió a la más pavorosa batalla de la historia de los pesos pesados, el celebérrimo ‘The Thrilla in Manila’ (1 de octubre 1975) tras arrojar la toalla la esquina de Frazier antes de empezar el 15º asalto. Una carnicería de otro tiempo, la más memorable del pugilismo con dos gigantes explorando los límites de la agonía, golpeándose como zombis en la frontera del colapso una mañana de calor infernal en Quezon City en la que Alí estuvo “más cerca que nunca de la muerte”. Confesión suya.

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Fuente:

 

http://www.elmundo.es

ONCE OBDULIOS ‘MADE IN GERMANY’

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COPA DEL MUNDO

ONCE OBDULIOS ‘ MADE IN GERMANY’

  • Brasil, el que más títulos ganó, es el único país que ha estado en todos los Mundiales

  • También es el único de las grandes que no sabe ganar como anfitrión

  • “¿Volvió a ser humillado por ‘el complejo del perro callejero’?, síndrome descrito por Nelson Rodrigues para explicar el castigo que les infligió Obdulio Varela en el Maracanazo.

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“Vi gente abandonar Maracaná cabizbaja, llorosa, sin palabras, como si regresaran después del funeral de un padre amado. Vi una nación derrotada… más que eso vi una nación sin esperanza”. Ocho años después del que el escritor José Lins do Rego sintentizara de manera tan bíblica el carácter sociológico del Maracanazo, le preguntaron a Nelson Rodrigues, el gran escritor, periodista y dramaturgo brasileño “¿El por qué de la derrota en lo futbolístico?” Ni Barbosa, ni Gigghia, ni sistema WM… ni gaitas. Según él, los mató un solo hombre: “Perdimos de la manera más abyecta por una sencilla razón: porque Obdulio Varela nos pateó como si fuéramos perros callejeros”.

Desde entonces se resucita esta frase, ayer multiplicada por siete, en cualquier ‘Waterloo tropical’ para el pueblo brasileño. Por supuesto, hay que recuperarla cuando 11 Obdulios ‘made in Germany’ arrasaron hasta reducir a cenizas el Mineirao y el sueño de la Hexa, el país del fútbol. ¡Pellizquense! Es curioso, ‘La Penta, el que más títulos ganó, el único que ha estado en todos los Mundiales, es el único que no sabe ganar como anfitrión. Alemania, Italia, Argentina, (también Francia, Inglaterra, Uruguay) sí.. será porque no tienen el “complejo de perro callejero” ni el fantasma de Obdulio Varela rondando por su historia.

El ‘sambódromo’ de Maracaná y sus 200.000 samberos convertidos en un cementerio. ¿Quién fue el autor material de la mayor tragedia de la historia de Brasil? Según cuentan los jugadores brasileños Obdulio Jacinto Varela se llamaba, alías el ‘Jefe Negro’. Mulato hijo de español y de una sirviente negra, ‘centrojás’ y ‘todocampista’ en el fútbol, pero también medio analfabeto, repartidor de periódicos y albañil en la vida. Y el mayor mito que dio para el fútbol un país de 3 millones de habitantes con peloteros de la talla de Gigghia, Schiafino, Fonseca, Francescoli, Rubén Sosa, Álvaro Recoba, Forlán, Cavani, Luis Suárez… Su memoria se conserva gracias a los inolvidables relatos que Osvaldo Soriano y Eduardo Galeano dejaron indelebles para el resto. Porque Obdulio, parco en palabras, no concedió entrevistas casi nunca, pero se le tenía por un hombre que decía verdades como puños: “¿Para qué hablar? Los diarios sólo tienen dos cosas verdaderas: el precio y la fecha’”.

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‘¡Los de afuera son de palo!’

Aquel día de 1950 el ‘Negro Jefe’ Obdulio lanzó toneladas de espuma al fuego brasileño. Iban a una ‘muerte deportiva’ segura, pero Obdulio se rebeló y en el mismo túnel gritó a sus compañeros: “No piensen en toda esa gente, ni en el ruido, no miren para arriba. El partido se juega abajo… ¡Los de afuera son de palo!”. Y también durante el partido, tras el gol del brasileño Friaça, y en el colmo de la valentía, se le ocurrió la treta de todos los tiempos. El libro del periodista deportivo uruguayo Juan Pippo (‘Obdulio Varela: desde el alma’) lo pone en primera persona: “¿La verdad? Yo había visto al juez de línea levantando la bandera. Claro, el hombre la bajó enseguida, no fuera que lo mataran. Yo cogí la pelota y me fui a hablar con él. Me insultaba el estadio entero con la pelota en la mano, obviamente por la demora. ¡Si me banqué aquellas luchas en canchas sin alambrado, de matar o morir, me iba a asustar allí, que tenía todas las garantías! Sabía lo que estaba haciendo. Ahí me di cuenta que si no enfriábamos el juego esa máquina de jugar al fútbol nos iba a demoler. Lo que hice fue demorar, nada más. Esos tigres nos comían si les servíamos el bocado muy rápido”. Dicho y hecho: Varela se convirtió en el dueño de la pelota, ordeno y mando del mediocampo. Y Juan Schiaffino y Alcides Ghiggia, en los verdugos de los últimos minutos con sus dos goles para la Historia.

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Un Bogart a a la uruguaya

El parrandero Obdulio, que cuenta la leyenda entrenaba las gambetas en el césped bailando con mujeres en los bares, también dejó algunas anécdotas después del choque del siglo. No fue a celebrarlo con los suyos sino que se perdió por las barras de Río, invitando a cerveza, consolando a sus hermanos de raza. “La tristeza de la gente fue tal que terminé sentado en un bar bebiendo con ellos. Cuando me reconocieron, pensé que me iban a matar. Por suerte fue todo lo contrario, me felicitaron y nos quedamos bebiendo juntos”.

Antonio Mercader -quien fuera Ministro de Educación de Uruguay)- escribió en 1974 sobre la integridad del hombre que se disfrazó de Humprey Bogart (Galeano dixit en ‘Fútbol a sol y sombra’) en la revista ‘Siete Días’: “Desde que volvió de Maracaná le huye a la fama. En 1950 bajó del avión en el aeropuerto de Carrasco, pidió un sombrero y se lo calzó hasta los ojos; levantó las solapas del impermeable y así camuflado se escurrió entre la gente. Se aisló, rehuyó a los periodistas que sitiaron su casa y durmieron en la vereda, esperándolo. Todavía sigue en la misma. ‘¿Entrevistas? ¿Para qué?”.

Como premio de la mayor proeza de la historia futbolística recibió una medallita de plata y un dinerillo que le valió para comprar un Ford del año 1931 que le robaron a la semana. “No se le oyó una queja nunca”. Así era Obdulio. Cuando los dueños de Peñarol pusieron la primera publicidad en las camisetas de su historia, Obdulio se negó diciendo: “Ya pasó el tiempo en el que a los negros nos señalaban con argollas”, y salió con su ‘saco’ de siempre.

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La vergüenza de Jules Rimet

Pero esos 11 alemanes no se fueron del ‘Mineirazo’ como aquel día del Maracanazo se fueron Obdulio y los suyos. Aquel francés encopetado y presidente de la FIFA Jules Rimet entregó ‘su copa’ al capitán ‘negro’ Obdulio Varela como si la hubiesen robado después de estropear la mayor fiesta de fútbol en directo de la historia: 200.000 personas, el 10% de la población de la ciudad, abarrotaban hasta los palomares del Monumental de Río. Lo contaba el dirigente gabacho de esta manera: “Todo estaba previsto, excepto el triunfo de Uruguay. […] Ni guardia de honor, ni himno nacional, ni discurso, ni entrega solemne. Me encontré solo, con la copa en mis brazos y sin saber qué hacer. En el tumulto terminé por descubrir al capitán uruguayo, Obdulio Varela, y casi a escondidas le entregué la estatuilla de oro, estrechándole la mano y me retiré sin poder decirle una sola palabra de felicitación… “.

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“Todo país tiene su catástrofe nacional irremediable, algo como una Hiroshima. Nuestra catástrofe, nuestra Hiroshima, fue la derrota contra Uruguay en 1950″. Nelson Rodrigues (Recife, 1912; Río de Janeiro, 1980), escritor, periodista y dramaturgo brasileño.

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Fuente:  http://www.elmundo.es