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Psicoanálisis y Neurociencias

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Psicoanálisis y Neurociencias

Publicado en la revista nº001

Autor: Bleichmar, Hugo

Contrariamente a lo que cierta literatura de orientación biologista intenta hacer creer, los hallazgos recientes de la neurociencia lejos de entrar en contradicción con las principales tesis psicoanalíticas ofrecen, en cambio, un sólido apoyo a las mismas. Los descubrimientos sobre el doble procesamiento cognitivo y emocional, uno inconsciente, automático, de respuesta inmediata, dependiente de los sistemas subcorticales (básicamente, de la  amígdala cerebral y núcleos del llamado lóbulo límbico) y otro que es consciente, y pasa por la corteza cerebral, muestran que la tesis del inconsciente como radicalmente diferente de la conciencia ya no es sólamente defendida por los psicoanalistas. Neurocientíficos de la talla de LeDoux, Damasio, Bechara, Cahill, Gazzaniga, entre otros,  aportan pruebas de la importancia de los procesos inconscientes.

Se ha abierto un diálogo entre psicoanalistas y neurocientíficos en que los participantes, sin abandonar sus respectivos dominios de pertinencia, tratan de ver cómo el trabajo colaborativo permite entender mejor la complejidad del funcionamiento mental, en especial, el entrelazamiento entre, por un lado, el nivel simbólico de la mente humana, marcada por los discursos, por el lenguaje, por las identificaciones, por las relaciones con los seres significativos, y, por el otro, los procesamientos cognitivos y emocionales  influenciados por las estructuras neurohormonales.

Conceptos como el de plasticidad sináptica, en que la base anatómica es influenciada por la experiencia  (Kathryn, 1997), señalan a las claras que la disposición innata es sólo un componente, como ya anticipara Freud con su idea de las “series complementarias”. De igual manera, en la dirección complementaria, los hallazgos recientes sobre la neurobiología del apego muestran la importancia de ciertas hormonas (ocitocina y vasopresina) en la fijación a la figura del apego (Insel, 1997).

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Doble circuito de evaluación y procesamiento emocional

Existe un doble circuito del procesamiento emocional: por un lado, un circuito que pasa por la corteza, que involucra al hipocampo, y que determina el recuerdo consciente de una experiencia atemorizante; y, por el otro, un circuito que pasa por la amígdala cerebral y que es capaz de producir las reacciones emocionales de miedo sin conciencia ni recuerdo consciente. Animales con toda la corteza cerebral destruida reaccionan a estímulos amenazantes con  los indicadores conductuales y neurovegetativos de la situación de ataque siempre que la amígdala cerebral esté intacta y no cuando ésta se destruye posteriormente. Igualmente, seres humanos con lesiones corticales reaccionan a estímulos amenazante , reacción de alarma que tiene lugar sin ninguna conciencia de que el estímulo sea amenazante ni recuerdo de que la situación entrañe peligro, reacción que no se produce en caso de lesión de la amígdala cerebral. 

El número de estudios suficientemente controlados es tan grande que actualmente no caben dudas que el procesamiento emocional (evaluación y reacción corporal y conductual) transcurre  por dos circuitos separados, aunque se relacionen, lo que otorga respuesta empírica a la pregunta que Freud se planteara en Lo Inconsciente (1915) sobre la existencia de una doble inscripción: una inconsciente y la otra consciente. Sabemos ahora que esa doble inscripción existe.

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Particularmente demostrativo es el trabajo de Bechara, Damasio y col. (Science, Agosto 25 1995, p. 1115) con tres pacientes que tenían la siguiente particularidad:  paciente A, ambas amígdalas cerebrales intactas y ambos hipocampos destruidos; paciente B, amígdalas destruidas e hipocampos intactos; paciente C, ambas amígdalas e hipocampos destruidos. 

A los tres pacientes se les apareó un estímulo incondicionado (intensa sirena de barco),  productor de reacción de alarma, con la visión de una diapositiva de color azul, de modo que después, al mostrar la  diapositiva azul, se pudiera ver si reaccionaban con alarma o no ante la diapositiva. Los sujetos controles, con amígdalas e hipocampos intactos, quedaron condicionados a la presentación de la diapositiva azul y recordaban la relación temporal entre ambos estímulos. 

Lo interesante es que el paciente A, con  las amígdalas intactas e hipocampos destruidos, reaccionaba con alarma ante la diapositiva azul, sin saber porqué, no recordando la asociación temporal entre la sirena de barco y la diapositiva. 

El paciente B, con amígdalas destruidas e hipocampos intactos, no reaccionaba ante la diapositiva azul pero era capaz de recordar la relación temporal que existió entre el sonido atemorizante de la sirena de barco y la diapositiva azul que le siguió. 

El paciente C, hipocampos y amígdalas destruidas, no reaccionaba con alarma ni recordaba qué relación había existido entre el estímulo incondicionado de la sirena y la presentación de la diapositiva azul. 

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Interés para el psicoanálisis y la psicoterapia

Si hay un doble circuito emocional, si ciertas experiencias se inscriben directamente en el inconsciente sin pasar por la conciencia, resulta que en estos casos no es factible recuperar el recuerdo (llenar las lagunas mnésicas) dado que nunca estuvo en la conciencia . Además, la inscripción en la conciencia no es capaz de deshacer totalmente lo que está inscrito en el inconsciente, aunque sí es capaz de modularlo (conocimiento actual de que la corteza prefrontal modula la reacción emocional que tiene lugar en la amígdala). Se requiere, por tanto, de una doble forma de intervención: ampliación de la conciencia y acción sobre el inconsciente. De modo que aquello que se ha denominado cambio por la interpretación y cambio por la relación no se contraponen sino que se complementan

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Por otra parte, en la actualidad se sabe que el estrés es capaz de lesionar el hipocampo (ver, por ej. Magariño y col., Proc. Natl. Acad. Sci, 94: 14002-8, 1997), que es un lugar importarte para la memoria, con el resultado que  mientras  las experiencias traumáticas aumentan la actividad de la amígdala y por tanto, el registro de lo emocionalmente significativo, el recuerdo de las mismas queda disminuido. Consecuencia: disociación entre el recuerdo, memoria declarativa, de las experiencias traumáticas (hay amnesia), por un lado,  y sus efectos en el inconsciente que persisten indelebles, por el otro. Nuevamente, no se trata de recuperar un recuerdo sino de simbolizarlo, de darle una inscripción consciente a través de una narrativa, al mismo tiempo que se deben inscribir en el inconsciente nuevas experiencias de sentido contrario. O sea: por un lado, poner en palabras, inscribir en la conciencia; por el otro, experiencia emocional correctiva aunque no sólo con el analista (no todo se puede experienciar en la terapia) sino en la vida en general, ayudando al paciente a seleccionar aquellas experiencias que modifiquen su insconsciente en la dirección deseada, una vez conocido como reacciona automáticamente su inconsciente. Es decir,  insight consciente que lleva a la búsqueda de ciertas acciones sobre el inconsciente.

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Fuente:  http://www.aperturas.org

Verdades biográficas y sus consecuencias clínicas: entender los «recuerdos encarnados» en un tercer psicoanálisis a …

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Verdades biográficas y sus consecuencias clínicas: entender los “recuerdos encarnados” en un tercer psicoanálisis a una paciente traumatizada recuperada de Poliomielitis severa (Leuzinger-Bohleber, Marianne)

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Publicado en la revista nº046

Autor: Díaz-Benjumea, María Dolores J.

Leuzinger-Bohleber, Marianne (2008) Biographical Truths and Their Clinical Consequences: Understanding “Embodied Memories” in a Third Psychoanalysis with a Traumatized Patient Recovered from Severe Poliomyelitis, Int. J. Psycho-Anal., 89:1165-1187.

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La publicación en 1982 del libro de Spence Verdad narrativa y verdad histórica fue clave para un giro paulatino en el psicoanálisis, desde concebir el trabajo clínico basado fundamentalmente en la reconstrucción histórica hacia el énfasis en el trabajo con el análisis de los procesos de transferencia-contratransferencia. Desde la nueva perspectiva, basada en investigaciones desde la psicología cognitiva, se concibe la memoria como en continuo proceso de reconstrucción por el sujeto, reconstrucción que depende del contexto interactivo en que los recuerdos se activan y, por tanto, nada fiel a los hechos originales. La reconstrucción histórica pasa a verse como un objetivo imposible. En los relatos clínicos en que se han atribuido efectos clínicos a esta técnica, se llega a considerar que era más bien por sugestión que porque se debiera a una verdadera “reconstrucción”.

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Leuzinger-Bohleber plantea aquí una nueva visión de la relación entre verdad histórica y verdad narrativa, que rompe con ésta que predomina en un amplio sector del psicoanálisis actual, representado entre otros muchos por autores como Fonagy y Target, de quienes ella cita una sentencia contundente “…si hay verdad histórica y realidad histórica no es nuestro asunto como psicoanalistas o terapeutas…” (1165). La autora considera que este viraje ha sido excesivo, especialmente en los casos de trauma severo, en los que es muy importante aproximarse a lo que ocurrió en realidad. Alude a datos de una investigación con pacientes traumatizados que recibieron psicoterapia y después fueron preguntados sobre ésta, en la cual gran parte de estos pacientes decían que conectar sus síntomas psicosomáticos con los hechos traumáticos originales fue indispensable para su recuperación y para aceptar su pasado como parte de su vida.

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En su artículo, se centra en un tipo específico de trauma, el sufrido por enfermedades físicas graves en la infancia, en concreto la enfermedad de la polio. Aporta un relato pormenorizado de una paciente para mostrar su propuesta teórica y clínica. Es el caso de una mujer que acudió a ella para un tercer análisis, que habiendo obtenido buenos resultados en los dos anteriores, sin embargo no habían llegado a modificarse sus graves síntomas disociativos, que tenían que ver con el padecimiento en la niñez de esta enfermedad. La autora mostrará que fue necesario conectar estos síntomas con recuerdos concretos y detallados de las situaciones traumáticas, para conseguir integrar las vivencias en su biografía subjetiva y en su sentimiento de sí misma.

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La autora aporta el concepto de “trauma encarnado”, para referirse a que el trauma se expresa en el cuerpo, resaltando que su significado no se limita al más general de memoria procedimental. El trauma encarnado se refiere a que el paciente traumatizado, en la situación analítica siente afectos, fantasías y sensaciones corporales que se ajustan a lo que sintió originalmente en la situación traumática, estados cuya intensidad no se corresponde con la situación presente de la relación con el analista. Para ella, no hay resultado terapéutico si no se identifica concretamente los estímulos presentes que tienen para el paciente una similitud o analogía con los originales del pasado, y que desencadenan así los “recuerdos encarnados” de las experiencias traumáticas.

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Los argumentos de Leuzinger-Bohleber sitúan la oposición entre memoria narrativa y memoria histórica bajo una distinta perspectiva. Sostiene que se han transferido directamente resultados de la investigación de la memoria a la comprensión de la técnica del tratamiento psicoanalítico, y esto es un error. Estos estudios mostraron que la memoria declarativa, con sus áreas cerebrales responsables de su función, sólo se desarrolla plenamente a los 4 años. De ahí que autores como Fonagy y Target sostengan que sólo se pueden tener recuerdos explícitos declarativos de lo vivido a partir de esta edad y, por tanto, que las experiencias tempranas no pueden hacerse accesibles o conscientes en la psicoterapia. La alternativa de estos autores es trabajar con la memoria procedimental, observando el aquí y ahora de la transferencia, para llegar a comprender el significado de los síntomas traumáticos.

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Pero para la autora, procedimental frente a declarativo son categorías descriptivas de la memoria a largo plazo, que describen funciones de la memoria observables a partir de cierta edad, pero el hecho de que sólo se observen recuerdos declarativos a partir de los 4 años no significa que un niño no pueda haber tenido anteriormente experiencias que marquen su cerebro de cierta manera, y tampoco significa que de pronto a los 4 años la memoria alcance una fase concreta de desarrollo. Sostiene que estas dos categorías claramente distinguibles de memoria -declarativa y procedimental- no implican fases de desarrollo igualmente distinguibles.

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Propone, basándose en Edelman además de otros autores de la neurociencia, concebir la memoria como una función del organismo en su conjunto, un proceso dinámico, interactivo, en el que participa todo el cuerpo. Por tanto, la memoria humana es siempre encarnada. Esto significa que no es sólo -ni es siempre- verbal, sino que la memoria es un acoplamiento entre lo sensorial y lo motor.

Ella nos trae un ejemplo: cuando cogemos un vaso, hay una estimulación táctil a través del contacto con los dedos, visual si está dentro del campo visual, y propioceptivo porque sentimos su peso. Así, la interacción con el entorno nos induce patrones de estimulación que implican diferentes modalidades. Estos patrones contienen estructuras de información en las cuales se acoplan las huellas de los distintos sentidos. A nivel cerebral, se crean mapas neurales que están grabados en los sistemas sensoriomotores del organismo. En la definición de Clansey, citada por la autora, la memoria es la “capacidad de organizar procesos neurológicos de tal modo que coordinen-y por tanto categoricen-procesos sensoriales y motores en un modo análogo a las situaciones primeras” (1173)[1]. Me parece importante aclarar en este punto que, aunque en el ejemplo los mapas neurales estimulados y la grabación en el sistema sensoriomotor son emocionalmente neutros, a partir de ahora la autora utiliza el concepto de “organización sensoriomotora” para referirse a la huella mnésica de la estimulación organizada de distintos canales perceptivos unificados en un patrón, incluyendo reacciones emocionales. Esto es clave, porque el concepto de sensoriomotor tiene para nosotros connotaciones de su original significado piagetiano, en el cual lo emocional no estaba incluido. No es así en la concepción que maneja Leuzinger-Bohleber en este artículo, por lo cual lo recordaré en adelante cuando vuelva a referirse.

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¿Qué aporta esta visión a la relación entre la verdad narrativa y la verdad histórica? Para ella la memoria es constructiva, pero esa construcción no es arbitraria. En el aquí y ahora de una situación, como lo es la situación interactiva paciente-analista, se producen hechos que el sujeto percibe y asocia, por analogía, con situaciones anteriores que produjeron patrones sensoriomotores (que incluyen reacciones emocionales) similares a los que estimula la situación presente. La parte objetiva, no arbitraria, es la estimulación sensorial, que produce los estados sensoriomotores que emanan de mapas neurales inscritos en el organismo; estos son procesos físicos, medibles al menos teóricamente. La parte subjetiva consiste en que la estimulación física es siempre interpretada de una determinada manera, dependiendo de la historia individual.De ahí que los recuerdos sean por un lado constructivos-se construyen por interpretación del momento interactivo presente-y por otro lado están condicionados por la verdad histórica. O sea, los procesos se constituyeron en primer lugar al enfrentar una situación traumática, y estos procesos constriñen a partir de ahí la recategorización de la situaciones análogas posteriores, al ser relacionadas con el trauma original.

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“Metafóricamente podríamos por tanto postular que la memoria está siempre basada en narrativas nuevas e idiosincráticas que tienen lugar en situaciones interactivas presentes, pero al mismo tiempo contienen huellas de la `verdad histórica´.” (1173)

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Esta concepción de la memoria sostiene la propuesta clínica de su artículo: para producir cambios estructurales en las reacciones corporales, las emociones, las fantasías, es esencial que el paciente entienda la forma precisa de analogía entre una situación interactiva presente y la original traumática. De ahí que

“Analizar los recuerdos encarnados significa analizar las coordinaciones sensoriomotoras específicas en una situación interactiva muy específica, incluyendo la comprensión de las analogías precisas con la situación (traumática) original”. (1174)

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Por tanto, antes de los 4 años, pueden marcar el organismo experiencias traumáticas que después se recuerden en forma de reacciones corporales (patrones sensoriomotores, que incluyen reacciones emocionales). Los recuerdos biográficos son reescritos una y otra vez, pero en todas estas reescrituras se conserva el núcleo de lo que fue la reacción original, histórica. En los pacientes que han sufrido traumas tempranos, decodificar las reacciones que tienen en el contexto de la relación terapéutica es esencial para disminuir la influencia de la traumatización pasada.

Expongo ahora al caso clínico que la autora narra con…(..)

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Fuente:   http://www.aperturas.org